Redimen la obra minuciosa y abigarrada del pintor y alquimista barroco Martin Van Meytens

  • Nacido en Suecia, fue el pintor de la corte imperial de Austria durante buena parte del reinado de María Teresa I. Una exposición recobra su obra.
  • Practicaba la alquimia, fabricaba en secreto sus propios pigmentos y nunca aceptaba recomendaciones de los modelos: él era quien imponía el estilo y la pose.
  • Fue relegado en la historia del arte por una tendencia a lo sobrecargado que rozaba la manía: le importaban más los detalles que la personalidad de los retratados.
La familia del conde Nikolaus Pálffy of Erdöd pintada por Van Meytens en torno a 1960
La familia del conde Nikolaus Pálffy of Erdöd pintada por Van Meytens en torno a 1960
© Belvedere, Vienna
La familia del conde Nikolaus Pálffy of Erdöd pintada por Van Meytens en torno a 1960

Dicen que al pintor Martin van Meytens (1695-1770) le importaba menos retratar con rigor y estilo al personaje de la familia real que tuviese delante como modelo que capturar con exactitud minuciosa las texturas y brocados del vestuario o los accesorios, que reproducía con un detalle tan realista que rozaba la manía y alcanzaba lo abigarrado. El estilo le llevó a ser pintor real de la corte de  María Teresa I de Austria, la única mujer que reinó sobre los territorios de los Habsburgo, y su esposo Francisco I del Sacro Imperio Romano Germánico (Francisco de Lorena).

Con el tiempo, sin embargo, esos mismos valores —la preponderancia del detalle sobre la expresión— llevaron a Van Meytens a ser arrinconado por los historiadores del arte, que le acusaban de amaneramiento y sobrecarga. Una exposición monográfica en Viena, Martin van Meytens the Younger (Martin van Meytens el Joven), reúne por vez primera las mejores obras del artista e intenta redimirlo ante la mirada no siempre justa de la críica. La muestra se celebra en el museo Belvedere de la capital austriaca hasta el ocho de febrero.

Simpático y mundano

De origen holandés y nacido en Suecia, Van Meytens desarrolló su estilo, no adscrito a ninguna de las escuelas barrocas de la época, estudiando y practicando la pintura durante prolongadas estancias en Francia, Inglaterra e Italia —hablaba varios idiomas y era simpático y mundano en su trato personal—. En 1732 fue nombrado pintor oficial de la corte austriaca y en 1759, director de la Academia de Bellas Artes de Viena, de la que estuvo al frente hasta la muerte. También dirigió un floreciente taller en la ciudad, al que acudieron a estudiar quienes serían talentosos artistas, sobre todo Joseph Hickel (1736-1807), de quien también se presentan algunas obras en la exposición.

Originalmente formado como miniaturista y esmaltador —disciplinas en las que alcanzó tal notoriedad que fue tentado para trabajar en las cortes de Rusia y Suecia—, Meytens llevó a los lienzos de gran tamaño la pasión de aquel primer estilo por la fidelidad de los detalles. Durante su ejercicio como "pintor de cámara imperial" de la corte austriaca, realizó retratos a todos los miembros de la familia real y otros habituales del círculo de la alta nobleza. Fuera de los salones palaciegos realizó varios autorretratos y también pinto a compañeros de oficio, músicos y diseñadores de vestuario.

Patente para la producción de pinturas

Las obras de Van Meytens se caracterizan por el dibujo preciso y los colores intensos, cuyos pigmentos elaboraba él mismo. Como gran experto en artes físicas y en la alquimia, recibió en 1743 una patente del gobierno imperial para la producción de las pinturas minerales que utilizaba y fabricaba en el más estricto de los secretos. También era inflexible con los modelos: pensaba que fuese quien fuese el retratado, el estilo y la pose correspondían al artista y nunca al retratado.

La exacta precisión con del pintor para representar con nitidez encajes, telas, brocados y otros detalles era muy apreciada en la época, pero la crítica posterior llegó a considerar que sobrecargaba lo accesorio con un "cierto grado de dureza de acero" y concedía una menor importancia a las personas, firmando retratos que "parecen ser descuidados". La representación meticulosa de motivos recuerda la técnica de Lucas Cranach el Viejo, muy admirado por Van Meytens.

'Impresionante huella'

Entre las obras de la muestra de Viena destacan un retrato de la archiduquesa y soberana María Teresa donde el pintor demuestra sus extraordinarias dotes para exponer con carácter realista los detalles y un par de pinturas pícaras de una monja arrodillada que vista de frente está orando en un reclinatorio, pero de espaldas está mostrando las nalgas desnudas.

La directora del museo, Agnes Husslein-Arco, señala que el artista dejó "una impresionante huella" en Viena, ciudad en la que vivió durante décadas. "Como ningún otro artista", añade,  "documentó a los protagonistas de la mítica edad de María Teresa (...) Las características faciales pintadas con precisión y la representación detallada de las prendas todavía transmiten una impresión de este período, que probablemente no era tan glamouroso como aparece en las pinturas".

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