El ser humano es sólo una figura diminuta que hace gestos de asombro ante la magnitud de las montañas o se tiende de forma placentera sobre la hierba. Fueron los artistas del romanticismo quienes, en el siglo XVIII, empezaron a otorgarle a la naturaleza el adjetivo de sublime y supieron interpretar cómo nos conmueve.
Caspar Wolf (1735-1783) se adelantó a la corriente romántica con un acercamiento poético y místico a los Alpes. El paisajista suizo fue pionero en plasmar sobre el lienzo su admiración por los poderosos parajes intocados, las grandes rocas y los torrentes, la violencia de las tormentas en la montaña, las formaciones glaciares que dificultaban el camino de los minúsculos viajeros. Wolf —precursor del romanticismo europeo que entraría en ebullición a finales del siglo XVIII— hizo de sus pinturas una crónica de los parajes suizos más espectaculares.
En la muestra Caspar Wolf und die ästhetische Eroberung der Natur (Caspar Wolf y la conquista estética de la naturaleza), el Kunstmuseum Basel —en Basilea (Suiza)— exhibe hasta el uno de febrero 126 trabajos para conocer mejor la obra del considerado de estar entre los más brillantes pioneros de la pintura alpina. Las obras, de Wolf y algunos de sus coetáneos, contrastan con un conjunto de fotografías recientes de los Alpes, convenientemente incluídas para que el espectador puede observar el proceso de deterioro medioambiental que sufren.
200 cuadros para una enciclopedia alpina
De padre carpintero, tras vivir una infancia en la pobreza el pintor pasó de tener un éxito discreto en sus comienzos a ser uno de los más significativos de su género en Europa. Al talento se sumó un golpe de suerte, conocer al influyente editor de Berna Abraham Wagner (1734-1782), que tenía entre manos un ambicioso proyecto: crear una publicación enciclopédica del paisaje de los Alpes suizos que incluyera ilustraciones de alta calidad artística.
Conocedor de la dificultad para viajar a la zona, Wagner quería ofrecer imágenes de gran precisión y esplendor con el fin de que cualquiera pudiera admirar el paisaje alpino a distancia. Wolf viajó con el editor y con Jacob Samuel Wyttenbach —el escritor e investigador que escribiría los textos— largas excursiones a zonas remotas que le sirvieron para pintar sus obras en un estilo realista y documental combinado con un espíritu bucólico.
Del proyecto salieron 200 pinturas de cordilleras, montañas, cataratas, grutas, lagos... Entre los monumentos naturales que ilustra, hay algunos que dejaron de existir: la famos cascada de seracs (acumulaciones de finas agujas de hielo) del glaciar de la zona del bajo Grindelwald (notable en dos de las obras del artista suizo) hace tiempo que se derritió y desapareció, víctima del cambio climático.
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