"Cuando denuncias maltrato entiendes por qué hay 50 mujeres asesinadas en España cada año"

  • Carmen, víctima de maltrato psicológico, analiza los 'ángulos muertos' de la ley contra la violencia de género, a punto de cumplir diez años.
  • Denunció a su pareja por maltrato psicológico, amenazas y coacciones. Le pusieron una orden de alejamiento que se saltó. Él sigue libre, ella vive con miedo.
  • Carmen denuncia unas campañas contra el maltrato dirigidas solo a las mujeres.
  • Si de ella dependiera, destinaría más medios a la protección de las víctimas.
  • Plantea además formar a los jueces en la violencia psicológica y permitir que se amplíen las declaraciones de las víctimas dentro del proceso judicial.
  • Sanidad todavía no aplica el nuevo protocolo contra el maltrato anunciado en abril.
Carmen (nombre ficticio) de 35 años.
Carmen (nombre ficticio) de 35 años.
JORGE PARIS
Carmen (nombre ficticio) de 35 años.

Fue tres veces seguidas a comisaría y no denunció. No pasaba de la puerta. Los agentes le pedían que entrara y declarara como víctima de malos tratos. Pero Carmen (nombre ficticio) clamaba entre llantos que ella —35 años, independiente, formada— "no podía ser una mujer maltratada" ni tampoco la responsable de que su ex fuera a prisión. Tenía que haber otra manera de sentirse protegida. Las consecuencias de su denuncia le daban pánico.

Joven, guapa e inteligente, Carmen se enrolló con un atractivo profesor varios años mayor que ella. No hicieron saltar sus alarmas ni la violencia verbal que solía emplear en su entorno, que confundió con un carácter fuerte, ni saber que tenía una condena previa por malos tratos. "Me lo contó él mismo nada más conocernos, como parte de una experiencia traumática de la que intentaba recuperarse. Me dijo que había sido una denuncia falsa que perdió debido al favoritismo de la Justicia con las mujeres y a la discriminación que sufre el hombre en este país. Y yo le creí".

A partir del cuarto mes de relación ella misma se dio cuenta de que no actuaba por voluntad propia. Él era una persona violenta, muy autoritaria, que le hacía sentir culpable de todo. "No era libre ni de irme a casa cuando me apetecía, sino solo cuando él me dejaba marchar. Llegó un momento en el que hasta me daba miedo mantener relaciones sexuales porque sabía que mi integridad física corría peligro. Pero me daba incluso más miedo decirle que no". Probó distintas estrategias para alejarse "sin daños más graves" del depredador machista que nunca le pegó, porque no hacía falta. "Él me acariciaba pero en esa caricia me estaba pegando. Me perfilaba la clavícula con sus pulgares y el miedo que me infligía era tremendo".

Con el cerebro dividido

El día que se atrevió a dejarle por las buenas él le advirtió: "Atente a las consecuencias". Comenzó a amenazarla, a ella y a su entorno, e incluso intentó que la echaran del trabajo. Llamó al 016 en varias ocasiones, visitó a varios abogados y todos le aconsejaron lo mismo que los policías: denunciar. Aun así optó por quemar un último cartucho. Le envió un burofax: "Tu actitud me está haciendo daño, por favor para de coaccionarme".

No paró. Las intimidaciones fueron a más y Carmen terminó dentro de una comisaría. "Me vi obligada a denunciar, no porque quisiera, sino porque no había manera humana de frenarle", dice. "Recuerdo estar denunciándolo y estar yendo al baño a vomitar sin parar. Vómitos de puro nerviosismo". Sentía el cerebro dividido, describe. "Como si por un lado supiera que tenía que hacerlo para salvar mi vida, pero por otro lado me diera pena y sintiera culpa por lo que le podía pasar a él". Por no mencionar la "vergüenza de haber aguantado lo que había aguantado". Y eso que no les contó a los agentes ni la mitad de los episodios en los que él la violentó, situaciones que solo ha sido capaz de verbalizar —"que no asumir", puntualiza— tras año y medio de terapia.

El proceso judicial que abrió su denuncia lo describe como "tremendamente largo e ingrato". Denunció a principios de 2013 y se celebró un juicio rápido. Él no se presentó. Ella no era capaz de contar todo lo que había pasado durante la relación.  "Tenía la sensación de que me iban a decir: ¿Pero tú eres imbécil? La culpa la tienes tú por haber aguantado". Los cientos de correos electrónicos, mensajes, whatsap y llamadas que había recibido en el último mes no fueron suficientes para demostrar malos tratos y el caso se archivó.

Las amenazas continuaron al día siguiente y le volvió a denunciar. Esta vez lo detuvieron y estuvo en el calabozo hasta que se celebró el juicio rápido. Le pusieron orden de alejamiento e incomunicación. A los 15 días quebrantó el alejamiento enviándole un correo electrónico amenazante. El juez endureció la orden, pero no le envió a prisión. Un año y medio después de interponer la denuncia, y tras saltarse la orden de alejamiento en dos ocasiones, no se pudo celebrar el juicio en octubre porque él no se presentó. Y nadie fue a buscarle.

Indefensión y desamparo

"Me entristece pensar lo que pienso, pero en el momento en que denuncias empiezas a entender por qué en este país se asesina a más de 50 mujeres cada año", sentencia. "Pones el telediario y te dicen que un señor ha asesinado a su mujer, en Málaga por ejemplo, que tenía dos denuncias, una orden de alejamiento que se había saltado en dos ocasiones y dices, cómo es posible que ese tipo esté en la calle. En el momento en que te pasa a ti entiendes por qué han asesinado a esa mujer".

Por ahora, el ex de Carmen está en libertad haciendo su vida y ella viviendo con miedo. "Voy con mil ojos por la calle y he dejado de frecuentar ciertas zonas de la ciudad. He cambiado de casa y de teléfono. Subo las escaleras de mi portal y todos los días pienso qué pasaría si estuviera arriba esperándome. He hecho simulacros para saber cuánto tardo en bajar las escaleras de mi casa por si tengo que salir corriendo. Cuando subo aprovecho los juegos de cristales para ver si está escondido. Y en verano no duermo con las ventanas abiertas por si trepa".

Carmen dice que denunciar "no te quita la sensación de absoluta indefensión y desamparo". Y advierte de que "cuando denuncias piensas que con decir la verdad es suficiente, pero te das cuenta de que has empezado a jugar una partida de Risk" cuyas cartas son más complicadas de jugar si cabe cuando no se tiene una foto con un ojo morado.

"A un juez le cuesta entender que una persona que no te haya pegado pueda ejercer ese miedo sobre ti. Pero yo no puedo abrirme mi cabeza y que vea que tengo pesadillas con esa persona todas las santas noches. Yo no le hago una foto al baño cuando a media noche me despierto y de la angustia me pongo a vomitar. Yo no puedo abrirme el pecho para que este juez vea la ansiedad que tengo. El daño psicológico no se fotografía".

Ella achaca falta de formación a jueces y abogados en materia de violencia de género. No concibe como su primer abogado no pidió un informe psicológico. O tampoco que si su ex cuelga fotos suyas en redes sociales con mensajes intimidatorios no esté rompiendo la orden de incomunicación. "La Justicia está limitada y tiene unos procedimientos tan rígidos que las cartas con las que puedes jugar son mínimas".

Los cambios que pide la víctima

Ahora que la ley integral de protección contra la violencia de género cumple 10  años, y desde todos los ámbitos se habla de reformas necesarias, Carmen tiene las suyas. Primero pediría que se permita a las mujeres maltratadas ampliar la primera declaración, que en los juicios rápidos siempre se realiza en condiciones psicológicas extremas. "Yo en el primer juicio no fui capaz de contar muchas de las cosas que ocurrieron por miedo, porque sentía culpa… incluso porque ni siquiera me creía que eso me hubiese pasado a mí. Pero ahora, tras año y medio de terapia, sí puedo contarlo. Y creo que tengo derecho a que se tenga en cuenta porque eso también forma parte de lo que he vivido y porque la Justicia debe tener esa información para dictar una sentencia más justa".

También carga contra la saturación de los juzgados. Y exige "que se pongan recursos. Estamos hablando de vidas". Ha echado cuentas y ha comprobado que en lo que va de año hay el doble de víctimas mortales por malos tratos que todas las que asesinó ETA en el año 2000.

Por cambiar, hasta viraría el foco de las campañas de concienciación. "El 'Hay Salida' o el 'A la primera señal de maltrato, vuela' dan por sentado que los malos tratos se van a seguir dando y que tú (mujer) tienes que saber detectarlos y denunciarlos. Cargan sobre ti esa responsabilidad y cuando tardas en denunciar te sientes aún más culpable". Carmen opina que se debería dirigir la publicidad al hombre. "Se le tiene que informar de qué es maltrato y educar en que maltratar a una mujer no es ser más macho".

Carmen sigue esperando fecha de un nuevo juicio, mientras sabe que su ex ha reincidido. Le ha contactado una chica que estuvo con él después para pedirle ayuda. "Se te cae el alma", dice, "cuando además le cuentas tu caso y decide no denunciar".

"No se puede denunciar esperando Justicia porque, en algunos casos, como el de los malos tratos psicológicos, no siempre puedes demostrarlo y lo único que encuentras es frustración y un muro. Pero hay que denunciar como parte de un compromiso social para frenar esta sangría", defiende Carmen. Mientras denunciaba, y todavía ahora, no puede dejar de pensar que "si las otras dos chicas a las que maltrató entre la primera que le denunció y ella lo hubieran denunciado" a ella quizás no le habría pasado esto.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento