¿El dinero no da la felicidad? Un 76,3% de los españoles se declara feliz a pesar de la crisis

Varias personas esperan su turno para ser atendidas en una oficina del paro.
Varias personas esperan su turno para ser atendidas en una oficina del paro.
GTRES
Varias personas esperan su turno para ser atendidas en una oficina del paro.

El 84,5% de los españoles cree que la economía está “mal” o “muy mal” y casi un 70% cree que la situación estará igual o peor el año que viene. 5.896.300 personas estaban en el paro a finales de 2013 y un 82% considera que el desempleo es el principal problema del país.

El barómetro del CIS que se ha publicado este lunes revela que los españoles todavía sienten la crisis con fuerza y que no le ven solución a corto plazo, pero también arroja otro dato sorprendente: ni siquiera eso les nubla el ánimo. El 76,3% de los encuestados se declara feliz, mientras que sólo un 4,1% asegura que se siente infeliz. Es más, el dato ha mejorado desde julio del año pasado, cuando el 70% de los españoles aseguraba que se encontraba feliz.

El sociólogo Juan Díez Nicolás explica a 20minutos que la aparente contradicción entre estos datos es un tema recurrente, no solo en España, sino en cualquier lugar del mundo. "Los medios de comunicación suelen sorprenderse por este dato", comenta, "pero no tiene por qué haber una relación perfecta entre economía y felicidad". Díez Nicolás señala que la felicidad es un sentimiento íntimo y que las cosas irían muy mal si solo los ricos y los que tienen trabajo fueran felices: "Uno se siente feliz muchas veces sencillamente porque hace buen tiempo. Parece una tontería, pero no lo es".

Otro experto, Salustiano del Campo, indica que los datos "no son tan contradictorios como parecen". "Vivir con un trabajo puede considerarse un hecho feliz, pero la posibilidad de perder ese trabajo nos hace ver mucho pero el futuro", asegura. Para Del Campo, que la mayoría de los españoles crean que la economía va a empeorar de aquí a un año, a pesar de que se sientan felices, puede indicar que el pueblo "se siente mal pilotado" y que "los líderes no saben crear expectativas claras" para el futuro.

Díez Nicolás añade que la salud o la edad, por ejemplo, son factores muy importantes para definir el nivel de felicidad de un país. "La gente es feliz porque tiene novia, porque es su santo o por las cosas más diversas, pero los datos desmienten que solamente los ricos sean felices", explica. En este sentido, el barómetro muestra que el 61,3% de los españoles está "completamente satisfecho" con su familia, un 45,1% lo está con su pareja y el 25,7% con su tiempo de ocio. Además, tan solo un 3,2% de los encuestados dice no tener tiempo libre tras descontar al día las horas de sueño y las obligaciones laborales, familiares y domésticas.

Entonces, ¿se puede decir que el dinero no da la felicidad? Se puede decir que no siempre, pero que ayuda bastante. Según el ‘Mapa de la Felicidad’ del Banco de Datos, los países más felices del mundo son Islandia, Nueva Zelanda, Noruega y Suecia; pero el quinto puesto del ránking de la felicidad lo ocupa Irlanda, uno de los países europeos que más ha sufrido la crisis económica y que tuvo que pedir el rescate a la UE.

A España habría que buscarla entre los 25 primeros puestos, por detrás de países con situaciones de pobreza y desigualdad mucho más marcadas, como Tailandia o Puerto Rico, por ejemplo, pero por delante de países como Finlandia o Estados Unidos. "Los ricos también lloran", dice Díez Nicolás, "los países latinoamericanos, en general, se sienten felices. Los países del sur de Europa normalmente nos sentimos más felices que los del norte". Esto sucede, dice el sociólogo, porque "los seres humanos no somos predecibles; si lo fuéramos significaría que no somos libres".

Es difícil admitir la tristeza

Además de que el dinero y la felicidad no estén totalmente relacionados, Díez Nicolás señala que es "para el que no es feliz, es difícil reconocerlo delante de otra persona" y que eso también afecta a que el grado de felicidad en cualquier lugar sea superior a lo que cabría esperar. "En nuestra sociedad, ser feliz es casi una obligación y admitir la infelicidad es admitir un cierto fracaso personal", concluye.

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