Las calles se llenaron de hadas, indios, gallos, ángeles y todo tipo de disfraces que sus portadores protegían con un mosaico de paraguas.
El concurso de disfraces se celebró finalmente, aunque a oscuras, porque el agua y la electricidad no sonbuena compañía. El desfile no pasó por la Gran Vía, por orden municipal, pero el público rió con la ironía de los comparseros sobre la prohibición. Diez carrozas, 40 grupos, una fanfarria y dos toneladas de caramelos y ya está. Hubo desenfreno en el espacio llamado Trópico, como corresponde, y El Casco Viejo recordó a Río de Janeiro y su samba.
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