La mayor parte de las víctimas se produce en las administraciones públicas, la enseñanza, la banca y el comercio. Sólo el 2% de los casos de mobbing que llegan al Tribunal Superior de Xustiza de Galicia resultan favorables para el trabajador frente al 30% español.
«Dar cifras en estos casos es muy complejo ya que la gente no denuncia, y cuando lo hace como no está tipificado no se cuenta como acoso laboral. En Galicia no existen instituciones implicadas en la lucha contra la violencia laboral, y se carece de la información necesaria», explica Ventín.
Las pruebas juegan un papel fundamental a la hora de llevar adelante una demanda por acoso. «En el juicio la víctima tiene que demostrar la aniquilación psicológica a la que ha sido sometida. Encontrar testigos de estos hechos es una misión imposible, ya que en la mayoría de los casos se producen en la intimidad de las relaciones laborales. Es una violencia sutil y refinada que poco a poco va provocando un daño psicológico grave», afirma Ventín.
Existen tres clases de mobbing: descendente, de jefe a subordinado; horizontal, de igual a igual, y ascendente, de empleado a jefe.
Una cuestión de sexos
Para las víctimas es imprescindible el apoyo familiar y, por supuesto, el de su pareja, si la tiene. En los casos en que una mujer es la cónyuge del afectado, su involucración en el problema es absoluta. Sin embargo, este apoyo es más reducido, salvo honrosas excepciones, cuando la situación se da a la inversa. «Muchas veces los hombres se mantienen al margen, incluso animan a sus parejas a que dejen el trabajo, a que no denuncien», asegura Eva Ventín.
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