Vuelven a Nueva York veinte años más tarde las fotos de prostitutos de Philip-Lorca diCorcia

  • El fotógrafo retrató a los chicos en Los Ángeles entre 1990 y 1992 y les pagó por cada foto el equivalente a uno de los servicios sexuales completos que ofrecían.
  • El dinero procedía de una beca pública y DiCorcia lo uso como gesto de protesta por la represión contra la libre expresión artística.
  • Las fotos se exponen en Nueva York justo cuando al documentalista del realismo teatral le acaban de conceder el Premio Internacional de Fotografía de Alcobendas.
Cada foto de Philip-Lorca diCorcia incluye el nombre, la edad, el lugar de nacimiento y la tarifa del prostituto
Cada foto de Philip-Lorca diCorcia incluye el nombre, la edad, el lugar de nacimiento y la tarifa del prostituto
Courtesy the artist and David Zwirner, New York/London
Cada foto de Philip-Lorca diCorcia incluye el nombre, la edad, el lugar de nacimiento y la tarifa del prostituto

Al estadounidense Philip-Lorca diCorcia (Hartford-Connecticut, EE UU - 1951), uno de los fotógrafos más personales e innovadores de las últimas décadas, acaban de concederle el Premio Internacional de Fotografía de Alcobendas por su "innovación, creatividad y especial forma de mirar" para "afrontar atmósferas comunes en metrópolis de cualquier lugar del planeta". Nada dice el jurado del certamen del carácter gamberro y radical del artista, que también estos días regresa a Nueva York con una de sus series más conseguidas y polémicas, Hustlers (Prostitutos).

Uno de los padres de la tetralidad documental y la renovación de la foto callejera mediante la escenificación minuciosa y la iluminación trabajada como si se tratara de una producción cinematográfica, DiCorcia presenta hasta el 2 de noviembre en la galería David Zwiner de la ciudad estadounidense, 36 espectaculares y bellísimas fotos de prostitutos que hizo entre 1990 y 1992 en el bulevar de Santa Mónica, el lugar de comercio homosexual más frecuentado de Los Ángeles. La tercera parte de las imágenes son inéditas y también se exhibe como estreno el audiovisual Best Seen, Not Heard (2012), basado en la serie y montado en una multipantalla en sincronía con títulos de crédito de películas porno de entre 1920 y 1950.

Veinte años de la entrada en el MoMA

La exposición tienen una importancia añadida al disfrute, siempre asegurado, de la obra de uno de los mejores fotógrafos contemporáneos. En 2013 se cumplen veinte años de la exhibición de parte de la serie en el MoMA, al que DiCorcia accedía por primera vez. Las fotos, que entonces se titularon Strangers quizá para mitigar su explícito contenido, fueron muy polémicas porque el artista reconoció que había pagado a los prostitutos con dinero de una beca pública que había recibido.

"Los chicos querían estar cómodos y yo pagué su comodidad", comentó entonces con sorna. Detrás del gesto subyacía una protesta directa contra la represión contra la libre expresión artística y porque el consorcio National Endowments for the Arts (NEA), emisor de la ayuda, obligó a DiCorcia a firmar un contrato por el cual se comprometía a no realizar ninguna fotografía obscena por miedo a que se reprodujesen los ataques que sufrió el NEA por parte de la crítica conservadora por exhibir los desnudos de Robert Mapplethorpe.

Carteles con el nombre, la edad y la tarifa

Las imágenes fueron exhibidas entonces, igual que ahora, con un cartel con los siguientes datos: nombre del prostituto, edad, lugar de nacimiento y la tarifa que cobra al clientes por mantener relaciones sexuales. Esa misma cantidad fue la que el fotógrafo entregó a cada uno de los modelos para que apareciesen en la serie.

La exposición, que coincide con la publicación de la monografía Hustlers, de la editorial Steidl, muestra el primer gran trabajo de DiCorcia como fotógrafo de calle y el peculiar estilo que impuso a partir de entoces como escuela —ahí está el éxito de Jeff Wall para corroborarlo—. Aunque las fotos parecen tomadas al azar lo que ocurre es exactamente lo contrario, cada toma estaba cuidadosamente diseñada y preparada, con pruebas en película instantánea antes de usar la cámara de gran formato definitiva.

La realidad no tiene nada que ver con la fotografía, opina el artista. "En última instancia, una fotografía nunca puede ser real; se la considera como tal por las asunciones tácitas que hemos puesto en cuestión durante los últimos veinte años y eso es lo que intento reflejar en mi trabajo", ha declarado.

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