Ya sólo puede mover los dedos de las manos y de los pies y habla con dificultad tras perder la musculatura de la lengua. Ya ha hecho el testamento vital.

Morir con dignidad

«Lo único que pido es la eutanasia. Tengo una vida de vacío, de soledad y de opresión», explica. Pero Inmaculada cree que con quitarle el respirador no sería suficiente; ella quiere una muerte sin dolor: una inyección letal. De momento, se ha puesto en contacto con la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD), que en los últimos cinco años ha ayudado a morir a una docena de andaluces.

Fernando Marín, presidente de este colectivo, la visitará, y advierte que la interrupción de la vida con una inyección es aún delito en España. La técnica a la que podría acogerse sería la de la retirada de la ventilación asistida con sedación, que sí es «un procedimiento legal».

Inmaculada tendrá que planteárselo a su equipo médico y, si se niega, aún puede buscar otro antes de ir a los tribunales. La DMD sostiene que la retirada del respirador sería una «buena práctica médica». Además, no está en el Código Penal.

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«Yo no sería capaz de facilitar su muerte»

«Pobre mujer, deberían concederle su deseo. ¿Qué clase de vida es ésa?». Estoy contigo.

«Si está en plenas facultades y quiere dejar de sufrir, deberían respetar su última voluntad. Al fin y al cabo es su vida». La kurkova.

«Yo no sería capaz de facilitar su muerte». Ray.

«Mi madre tenía tifus con 12 años y un médico quiso ponerle una inyección porque se iba a morir. Mi abuela se negó y mi madre vivió 72 años y tuvo 11 hijos». Arturo.

«Es muy distinto pedir la eutanasia a que te la recomienden». Golfo.

«Cuando la vida pierde su sentido de dignidad, por qué se opone el Estado?». Darth Tenebrus.

«La muerte nunca es digna». House.

«Lo que pasa es que la vida, además de no ser digna, es sufrimiento perpetuo y sin posibilidad de mejora». Soy un troll.

«Yo sólo estoy a favor en un solo caso: que yo sea el paciente». Yo.