El Lunes de Pascua es festivo en algunas comunidades autónomas como Cataluña. Ese día es conocido como el de la Mona. Esto es así porque las familias con niños se reúnen para comer la tradicional Mona de Pascua, que puede ser de chocolate o no.

Este dulce se ha convertido en un clásico en las pastelerías, que elaboran figuras de chocolate con múltiples formas. Pero la Mona de Pascua no siempre ha sido como la conocemos de forma mayoritaria en nuestros días.

Tradición centenaria

Diferentes fuentes oscilan el origen de la tradición de las monas de Pascua entre los siglos XV y XVIII. Estos dulces surgieron en Cataluña y Valencia como un regalo del padrino a su apadrinado. De forma primigenia era un bollo hecho de harina, huevo, azúcar y sal. Al mismo se le incrustaba un huevo duro por cada año que tenía el niño. La tradición culminaba cuando el niño cumplía 12 años. La última mona incluía trece huevos como símbolo del final de la tradición. Simbolizaba el fin del periodo de abstinencia culminado con la Semana Santa.

La mona de Pascua ha ido evolucionando desde sus comienzos. Lo primero que se cambió fue el huevo duro por otro de chocolate que se rellenaba de alguna sorpresa. La evolución estuvo marcada por la imaginación de algunos maestros pasteleros que empezaron a crear monas de Pascua con formas, combinando los diferentes chocolates, que es las que se pueden ver en las pastelerías.

En forma de tarta

El hornazo de Jaén o la bolla de Asturias son otros nombres que se dan a este postre típico que también podemos encontrar en forma de pastel. Se trata de una tarta que combina el bizcocho con el chocolate y la crema de yemas, en unión de todos los elementos que llevarían el resto de las monas de Pascua. Las familias se pueden reunir a comer y tomarla de postre, creando una tradición que este año podemos hacer vía Skype si nos animamos a hacer la receta en casa.

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