Fernando Alonso y sus coches, una relación tormentosa

Fernando Alonso.
Fernando Alonso.
EFE
Fernando Alonso.

Cuando veía que su carrera en la Fórmula 1 tocaba a su fin, Fernando Alonso decidió buscar nuevos retos, estímulos que le permitieran endulzar los sinsabores de las últimas temporadas, aumentar un historial muy por encima de los coches que le tocaba pilotar.

Uno de esos horizontes era las 500 Millas de Indianápolis, el primer gran escenario en el que se probó en 2017. No pudo acabar la carrera, pero la lideró durante un tramo y su talento volvió fugazmente a primer plano. Dos años más tarde, la historia es bien distinta: no podrá tomar la salida el próximo domingo porque su McLaren no dio la talla. Hasta tres pilotos fueron más rápidos en el último corte. Los fantasmas han regresado.

Quiero pedirte disculpas porque no te dimos un coche suficientemente rápido”, le dijo su jefe, Gil de Ferran. Para Alonso, desde luego, no es ninguna novedad. Su segunda etapa con la escudería británica en la Fórmula 1, de 2015 a 2018, ya fue un auténtico calvario.

Los problemas mecánicos de Alonso, entendidos como la gran distancia entre su capacidad y la de sus monoplazas, comenzaron en 2008, con su regreso a Renault. Tras finalizar de forma abrupta su primera etapa en McLaren -la tormentosa temporada 2007, con Lewis Hamilton como compañero-, el asturiano volvió al equipo con el que había conquistado sus dos títulos mundiales, en 2005 y 2006. Sin embargo, esta vez Flavio Briatore no logró darle un coche competitivo: ganó dos carreras en 2008 y ninguna en 2009. Fue quinto y noveno en la general, respectivamente.

Todo el mundo le auguró mejor suerte en 2010, cuando fichó por Ferrari. Al fin, se decía, el mejor piloto se unía a la mejor escudería. Una afirmación arriesgada, viendo el triunfo de Brawn GP el año anterior y la pujanza de Red Bull. Aun así, fue un error de estrategia lo que le dejó a sólo 4 puntos de su tercer título. Los problemas mecánicos llegaron en su segunda campaña, en la que no fue capaz de luchar con Sebastian Vettel por el título, y ni siquiera de competir con el McLaren. Ganó una carrera y fue cuarto en el Mundial. Luego vinieron dos subcampeonatos.

El Ferrari no era la panacea. Lo volvió a comprobar en 2014, su último curso allí. Fue sexto, sin victorias al volante de un coche que reflejo los problemas de la escudería para adaptarse a la nueva era turbo híbrida.

Alonso volvió a McLaren en 2015, y desde entonces contó por desastres sus temporadas, que fueron cuatro. En la primera sólo puntuó en dos carreras; en la segunda fue décimo, lo que hizo concebir falsas esperanzas, como se vio en las dos siguientes: decimoquinto y undécimo.

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