UFC 300 venía cargado de pólvora. La velada abría con una pelea que cualquier otro día habría sido el evento estelar, pero que en la madrugada del sábado simplemente levantaba el telón. Se trataba de la pelear entre Deivison Figueiredo y Cody Garbrandt, que se llevó el brasileó por sumisión.

La pelea, de todas formas, no empezó bien para "el dios de la guerra" y es que, para sorpresa de todos, fue el estadounidense el que dominó el round. De esta forma, Garbrandt trabajó muy bien los low kicks y su boxeo, seleccionando muy bien los golpes. Alguno de ellos, de hecho, llegó a hacer dudar a un brasileño, que había salido frío y sin timing. Su plan, que era salir a derribar, no funcionó en este primer envite.

En el segundo asalto Figueredo aprendió la lección y, pese a que en los primeros minutos se comió algunas manos poderosas, supo sobrevivir y llevar la pelea donde quería, al suelo. Fue ahí donde el brasileño desplegó su arsenal y todo su poderío y es que, una vez que aterrizaron, ya no sé levantaron. El derribo, por cierto, vino por un exceso de confianza de Garbrandt, que pensó que podía lidiar con su oponente en este terreno.

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Nada más lejos de la realidad porque Figueiredo hizo lo que quiso con su rival en el piso. Primero consiguió la montada y, a partir de ahí, transitó al kata gatame. Aguantó el estadounidense muy bien, metiendo el antebrazo para sacar presión pero se le veía preocupado y por momentos incluso rendido. Cuando Figueiredo pasó a la espalda la pelea había acabado. Es más, pareció que Garbrandt regaló el cuello para que el brasileño finalizara.

Figueiredo venció y convenció, así que ojo con el brasileño en el peso gallo, donde puede ser un problema para la división. “O deus da guerra” avanza con paso firme en las 135 libras y ya puede empezar a pensar en los cinco primeros. Una pelea que podría medir sus opciones al título sería contra Chito Vera.