Una auténtica fiesta futbolística vivió Anoeta este martes con la brillante exhibición de la Real Sociedad ante el Benfica (3-1), que fue aplastado por los txuri-urdin con un vendaval de goles en los primeros 20 minutos. La victoria acerca al equipo de Alguacil a los octavos de final de la Liga de Campeones y mete presión al Inter por la primera plaza de su grupo.
Ni siquiera el lanzamiento de bengalas de los ultras portugueses a la afición donostiarra —ni el enfrentamiento entre hinchas radicales de ambos equipos en la previa que acabó con tres detenidos— pudo aguar el momento a la Real Sociedad, que celebró exultante sobre el césped con su gente tras el pitido final, consciente de que está a punto de lograr una gesta histórica: clasificarse por primera vez a la fase eliminatoria de la Champions League.
No pudo empezar mejor el partido para el conjunto vasco que con gol de Mikel Merino. El centrocampista olió sangre en la enmarañada defensa de las Águilas y entró sigiloso como un gato a sus espaldas para mandar a la red con la cabeza un remate algo mordido de Aihen Muñoz. Con el primero ya en el marcador, la Real no levantó el pie del acelerador para buscar el segundo.
El premio le llegó más pronto de lo que imaginaba, pues una presión asfixiante en la salida de balón de la zaga lisboeta provocó un error imperdonable en la máxima competición continental. Florentino buscó a Otamendi, que no solo no llegó a ese balón, sino que vio en posición privilegiada a Oyarzabal robarle la cartera y marcar prácticamente a placer.
Pero aún no era suficiente ese marcador para los donostiarras, que siguieron insistiendo para ampliar la ventaja. Y en esa búsqueda del tercer gol, llegó el tanto, otra vez de Mikel Merino, aunque la suerte cayó del lado luso esta vez, porque el centrocampista tocó con la mano antes de anotar. La fortuna volvió a aliarse con el Benfica poco después, porque el '10' volvió a perforar la meta rival para hacer un gol que no subiría al marcador por fuera de juego previo del delantero.
La guinda del pastel a un arranque de partido perfecto la puso Ander Barrenetxea con un regate de fantasía sobre Joao Neves para reventar el balón en la escuadra derecha lisboeta. Y por si fuera poco, una galopada suya culminó en un penalti a Oyarzabal, que recibía un preciso pase suyo en el interior del área cuando fue derribado por Otamendi. Se cantaba ya el cuarto en el Reale Arena, pero Brais Méndez estrelló la pena máxima en la madera.
Al filo del descanso tuvo el Benfica su oportunidad de meterse en el partido tras un contraataque fantástico de Ángel Di María, pero su pase filtrado no encontró rematador gracias a un despeje salvador de Aritz Elustondo.
Al regreso de los vestuarios, las Águilas, cual león herido, quisieron demostrar que aún les quedaba algo de orgullo, y por esos derroteros llegó el primer gol visitante, con una asistencia fantástica de Otamendi a Rafa Silva imparable por Álex Remiro.
Ese fue el momento en el que los radicales de la grada visitante empezaron a encender bengalas. Un total de cinco encendieron la parte alta del estadio realista, y de ellas, tres fueron lanzadas a la grada inferior local sobre la afición txuri-urdin. "Vergüenza aficionados del Benfica", lamentó el club donostiarra en sus redes sociales.
Pero ni el fuego lisboeta ni el tanto de los futbolistas del conjunto portugués fueron capaces de despertar a un Benfica que ya se había resignado con el resultado. Así, los minutos pasaron y no hubo ocasiones que inquietasen a la Real.
Con un encuentro en calma y controlado por el equipo txuri-urdin, se agotaron los 90 minutos reglamentarios y con el pitido final, el Benfica consumó el desastre y la Real su gloria: el primero, fuera de la pelea por los octavos; el segundo, a un paso de alcanzar el sueño.
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