Tenía buenos recuerdos el Barça del Volksparkstadion —un escenario que le vio meterse en una final de la Copa de Europa en el 61—, pero sobre su césped los de Xavi Hernández solo se acordaron de los fantasmas de las últimas Champions y cedieron ante un gran Shakhtar (1-0) que evitó la clasificación matemática de los culés a los octavos de final.

El conjunto blaugrana salió a comerse el césped en Hamburgo, casi acariciando la siguiente ronda, a la que no accede desde hace dos años, tras su pleno de victorias en lo que va de Liga de Campeones. Y, por eso, mordió al Shakhtar cuando escuchó el pitido inicial, empezando por la salida de balón desde la meta de Riznyk. 

Esa agresividad acercó al Barcelona a su primera oportunidad. La presión provocó un error de la defensa ucraniana y Lewandowski recuperó el cuero, pero cuando el polaco quiso generar peligro, la zaga rival ya se había rehecho para dejar en nada ese acercamiento. Ese fue el guion que se siguió en el partido: los culés, robando rápido y queriendo amenazar la portería ucraniana más rápido aún, sin éxito; y los de Donetsk, con la máxima concentración en defensa... y en ataque.

Porque el campeón ucraniano consiguió que ese ímpetu blaugrana, quedase solo en eso. ¿Cómo? Plantando cara al cinco veces ganador de la Copa de Europa, jugándole de tú a tú, para dejar la sensación de que allí se estaba jugando a lo que Pusic quería: un partido de ida y vuelta que desgastaba al Barça con el paso de los minutos.

El tiempo fue el que terminó dejando claro que ese era el plan, pues a esa primera intentona culé respondió el Shakthar con la ocasión más clara de la primera mitad: un disparo a bocajarro de Matviyenko. Todo el estadio cantaba ya el gol, pero Ter Stegen se hizo grande para salvar a los suyos —con poco brillo ya en ataque, y adormilados en defensa—.

No pudo volver a vestirse de héroe en la segunda oportunidad de los ucranianos, que esta vez sí terminó en la red. Fue un auténtico golazo, nacido de un balón largo de Sudakov para que Gocholeishvili corriese la banda derecha y colgase un centro medido al corazón del área. Era medio gol. Sikan solo tuvo que dar un paso atrás para deshacerse de la marca de Christensen y rematar —bombeado, con muy mala idea— a la cruceta derecha. Un jarro de agua fría para el Barça justo antes del descanso.

El paso por los vestuarios devolvió fuerza a los blaugranas, aunque la segunda parte terminó siendo un calco de la primera —pese a que Xavi metió cuatro cambios en el 55: Pedri, Lamine Yamal, Joao Félix y Balde—, con el Barcelona controlando la posesión y buscando la meta rival sin inquietar a los ucranianos, que pudieron aumentar su ventaja de no ser por un magnífico Ter Stegen.

El cancerbero germano puso el cerrojo a su portería con dos paradas de nivel, ambas bajo palos, aguantando hasta el final. Primero sacó con el pie un remate de un Gocholeishvili escorado, y pocos minutos después, otro latigazo de Zubkov fruto de una buena combinación en el borde del área con Sikan. El único que pudo volver a batirle fue Newerton, que se sacó un zarpazo cruzado desde la izquierda al pisar área, pero tuvo suerte el Barça: el asistente levantó el banderín y el tanto no subió al marcador.

Llegados a ese punto, los culés lo apostaron todo a los centros al área en busca de un gol como el de Araujo en Anoeta, pero esta vez, pese a que algún balón llegó a Lewandowski —que nunca pudo rematar cómodo— y que los cambios mostraron una mejor versión del Barcelona, no hubo premio para los de Xavi Hernández. El Barça tendrá que esperar para dormir en octavos, y el Shakhtar, sigue soñando con la Champions.