Chema R. Morais Redactor jefe
OPINIÓN

Rubiales y el macromachismo

Rubiales pide perdón por el polémico beso a Hermoso tras la avalancha de críticas
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Rubiales pide perdón por el polémico beso a Hermoso tras la avalancha de críticas

Los nacidos hasta los 90 habrán oído mil veces aquello de que el padre "ayudaba" a su madre en casa. Asumían como normal que un camarero llevara la cerveza al hombre y una Coca-Cola a una mujer, y que luego se dirigiera a él a la hora de pagar la cuenta. Utilizaban de forma habitual y, peor aún, espontánea, expresiones como 'nenaza' o 'coñazo'. Comportamientos que estaban muy interiorizados, porque era así, era lo que se veía y enseñaba, en coles en los que los niños copaban todo el recreo para jugar al fútbol, mientras las niñas se quedaban hablando en las escaleras.

Afortunadamente, hemos ido avanzando. No todo lo que debiéramos. Pero algo. Y hoy sabemos que todas esas formas de expresarnos, de estar en la vida, eran machistas. Lo hemos ido aprendiendo con los años. A veces, hemos tenido que bajar la cabeza, ponernos rojos y disculparnos. Porque no lo hacíamos bien. Porque al que le costaba la Educación Física no "corría como una niña" ni la mujer al volante es "un peligro constante".

Nos ha costado tanto, tanto, quitarnos esa caspa de encima que es lógico el escándalo armado cuando un jefe le planta un pico a una subordinada. Sin su consentimiento. En público. Delante de millones de personas. Pero aún peor que el hecho en sí es la justificación: era una cosa entre amigos y, los que no lo entienden, son "tontos" e "ignorantes".

La polvareda levantada demuestra que no, que no está todo hecho. La brecha de género se reduce, pero existe, como Teruel. Se nota hasta en los comentarios de las redes sociales que defienden a la jugadora frente al gerifalte, cuando se refieren a lo que tuvo que aguantar "Jenni" con "Rubiales". Porque está en nuestro DNI -esperemos que no en nuestro ADN- referirnos al hombre por su apellido, como una manera de darle autoridad; y a la mujer, con su nombre de pila. Con familiaridad.

En este caso, la futbolista ha podido alzar la voz, de forma pública, por todas aquellas que callan cada día en su trabajo, por miedo a perderlo o a que no les entiendan, a ser unas exageradas o unas histéricas, otro micromachismo que no termina de desterrarse. Pero en este verano de Barbie, en el que millones de personas de todo el mundo se han metido al cine para ver una historia sobre igualdad, resulta inaceptable que mantenga su cargo alguien que no entiende, y que con su discurso incendiario y trasnochado ha demostrado que no quiere aprender, que su forma de comportarse es reprobable. Y que no está por encima de una mujer.

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