Adiós a Dembélé: el jugador veloz que nunca alcanzó a sus expectativas

Dembélé.
Dembélé, durante un Clásico.
EFE
Dembélé.

Durante muchos años, en Barcelona seguirán hablando de Ousmané Dembélé, aquel jugador francés que llegó a un club en fase inicial de depresión y que reflejó a la perfección aquellos años de deriva azulgrana: espejismos y, al instante, la realidad. Y quedará esa sensación de que pudo ser mucho más de lo que realmente fue, un futbolista al que nadie supo o pudo entender..

Ya se habla de Dembélé en pasado azulgrana, pues el PSG hará público su fichaje en cosa de horas, aprovechando una ridícula cláusula de rescisión de 50 millones, calderilla en tiempos actuales. En apenas una semana, el Barcelona, que al PSG acudió para ver si lograba la proeza de fichar a Mbappé, ha visto como los de París la daban un portazo y para colmo les robaban la cartera.

Y parece que fue ayer, pero han pasado ya seis años. En aquel verano que Neymar decidió no quedarse, el Barcelona se encontró con 222 millones en el banco y Bartomeu apostó doble o nada para traer a una de las joyas más preciadas de Europa: 135 millones trajeron a Dembélé a casa.

Nunca se dudó de su velocidad, de su capacidad de desborde y de una potencia infinita sin demasiado control, algo así como Fernando Torres en sus comienzos. Pero cada vez que el aficionado azulgrana comenzaba a frotarse las manos, su gozo en un pozo. Llegaron las lesiones, producto, según las malas lenguas, de una vida y alimentación poco disciplinada. En estos seis años, Dembélé ha sumado más de quince dolencias de mayor o menor gravedad que iban interrumpiendo cada momento de esplendor. En total, ha jugado menos de 40% de los minutos que podía haber disputado.

La situación del jugador del club provocó situaciones que rayaron lo esperpéntico: en enero de 2022 el Barcelona casi le obligó a abandonar el club y llegó incluso a entrenarse al margen de sus compañeros. Estuvo casi fuera, pero terminó quedándose y Xavi se convirtió en su tutor. Ousmané pasó a convertirse en la piedra filosofal de la resurrección y él pareció asumirlo a su manera, en el campo. Fuera de él, era alguien inescrutable.

El círculo se ha cerrado ahora, cuando la esperanza regresaba a la grada. El PSG se llevó entonces a Neymar, el futuro del Barcelona. Ahora, ha repetido la secuencia, esta vez a precio de saldo. Y queda la sensación que se va un jugador cuyas expectativas siempre superaron a la realidad.

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