Como un cristal se han resquebrajado las expectativas de España en este Mundial. Conforme Japón hacía un gol, más profunda parecía la grieta. Hasta que finalmente la goleada de las Nadeshiko (4-0) ha terminado por devolver los pies a la tierra a la selección: tiene potencial, pero también muchas carencias que solucionar para mirar de tú a tú a las favoritas.

La Roja no estuvo a la altura ante el primer gran rival al que se medía. Era una prueba de fuego para saber de qué madera está hecho este equipo. Y España luchó a muerte por pasarla, pero vio desde el barro cómo las niponas la dejaban en evidencia ante el mundo. El bloque bajo y un contragolpe letal bastó a Japón para matar a las españolas.

La rapidez de las niponas para armar el ataque sorprendió una y otra vez a la zaga de Vilda, a la que le faltó contundencia cuando el combinado asiático encaraba portería. Las japonesas hicieron tres goles en tres contras en la primera mitad, una estadística que señala a la defensa. Ni Irene Paredes, ni Rocío Gálvez, que estrenaba titularidad ante la ausencia de Ivana Andrés, estuvieron bien.

¿Los goles de Japón? Prácticamente idénticos en la idea: aprovechar los espacios. El primero, antes de que se cumpliese el cuarto de hora, nació de un balón al hueco a la espalda de la defensa al que no llegó Rocío, y que terminó tocando la red con un tímido disparo de Miyazawa en el que Misa pudo hacer más. El segundo, 15 minutos después, de una pérdida de balón que en tres pases puso a las niponas en el área de la guardameta canaria. Ueki remató ante Irene, que llegó a tapar pero no encimó lo suficiente, y el esférico entró mordido tras tocar en la defensa.

El jarro de agua fría terminó de verterse sobre las jugadoras de Vilda con el tercero, justo antes del descanso. Un error garrafal de Paredes en la salida de balón se lo puso en bandeja a las niponas, que no perdonaron: balón directo a Miyazawa para que rompiese en velocidad a la defensa y marcase un golazo con un disparo cruzado.

Hasta ahí, aún parecía haber esperanza para una remontada relámpago. España había fallado, sí, pero había dominado la posesión, no había dejado de intentarlo pese a la contundente respuesta japonesa y la calidad de sus jugadoras es indudable. El equipo volvió al campo con solo un cambio, Oihane por Olga —lo que desplazó a Ona Batlle al lateral izquierdo—, que había visto la tarjeta al borde del descanso, y se vio mucha más agresividad e intensidad que antes.

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No bastó. Pese a que lo intentaron con ahínco, nunca hubo sensación de que generasen peligro real. Y llegó la sentencia de Japón —tras varios avisos que España defendió mejor—. Tanaka se lució con una jugada individual por la derecha que pilló dormida a la selección, y batió a Misa con un remate inapelable a la escuadra.

Un varapalo durísimo, pero con tiempo de reacción antes de la fase decisiva. Menos de una semana tiene la Roja por delante para trabajar en sus defectos, y quizás en un estilo alternativo más eficaz con equipos cerrados como Japón. Y como Suiza, su próximo rival en octavos, al que se enfrenta este sábado. Ese día será cara o cruz: cuartos o a casa.