Por fin llegó. 15 años después de pasar a manos de Emiratos Árabes, más de 5.000 millones de euros invertidos en fichajes mediante, y luego de una maldición europea que no parecía tener fin ni para el club ni para Pep Guardiola, el Manchester City ha logrado su primera Champions. La tercera del técnico catalán, que no conocía las mieles de la gloria continental desde que abandonase el Barça.

Se impuso el City, eso sí, a contracorriente. Traicionó definitivamente Guardiola el mantra que viene arrastrando y predicando desde sus inicios en los banquillos, y recurrió a un fútbol más directo, más ramplón, más defensivo, y con mucha menos posesión. Se la quitó el Inter, eso sí, con una intensidad inusitada sobre todo en la primera parte, pero fue inútil. Y ganó Guardiola, también, por la mínima, colgando a los suyos del larguero de Ederson, en un final de infarto que realmente llevó menos peligro del que parecía contra los mancunianos.

Desde luego, a Guardiola no le importará haber tirado por la ventana ese libreto sagrado que le permitía mirar por encima del hombro a otros equipos con otro estilo distinto al suyo, porque ha ganado. Antes sabía jugar, ahora está aprendiendo de nuevo a ganar. Y lo más importante: ha hecho ganar el premio gordo, ese al que cada año que no ganaba le restaba méritos e importancia, a un grupo de jugadores destinados, parecía, a fracasar en Europa.

Lo curioso del destino, en ese sentido, es que haya sido Rodri el autor del único tanto, el más valioso de la historia del City. Un chaval criado en la cantera del Atleti, el eterno aspirante, que ahora ha ganado su primera Copa de Europa lejos de casa, en un equipo con mucha menos tradición e historia, pero que desde hoy mismo figura entre los grandes europeos. Por fin, de pleno derecho, son grandes de Europa.

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En el partido en sí, como decimos, no sucedió demasiado. La primera parte fue aburrida, salvo por dos tiros de Haaland sin demasiado peligro y alguna arremetida interesante de los interinos. Sin embargo, ningún equipo terminó de estar cómodo, aunque los de Inzaghi al menos apretaron tanto a los 'skyblue' que les dejaron sin aire y sin ideas para tejer su maraña de pases indescifrables.

La segunda mitad empezó con la misma tónica. El Inter apretaba pero se le acababa el fuelle, y ahí fue cuando empezaron a flaquear, tras un mano a mano de Lautaro que, si bien estaba escorado, podría haber hecho algo más ante Ederson después del fallo de Akanji. Justo después, en un rechace que salió escupido a la frontal del área neroazzurra, Rodri apareció en carrera para conectar un disparo tenso con el interior, una técnica que se está convirtiendo en su especialidad.

A la desesperada, el Inter lo intentó todo, con centros laterales fundamentalmente, pero los cambios en vez de ayudar le condenaron. Lukaku, como en el Mundial para Bélgica, tuvo ocasiones surrealistas que falló de forma inexplicable. Hubo largueros, bolas salvadas sobre la línea, y palomitas voladoras de Ederson, pero lo que no llegó fue el gol. Y, así, el Manchester City se ganó en el campo lo que llevaba más de una década intentando comprar. Esta vez, los petrodólares cumplieron en el césped. Den la bienvenida a la nueva superpotencia del fútbol europeo.