OPINIÓN

Qué bien estamos sin Mourinho

Mourinho se quita la medalla de subcampeón de la Europa League.
Mourinho se quita la medalla de subcampeón de la Europa League.
LAPRESSE
Mourinho se quita la medalla de subcampeón de la Europa League.

Casi me había olvidado de Mourinho. Hasta ayer, lo tenía en mi memoria como un elemento del pasado y suponía que con los años habría limado un poco su aspereza y sus formas. Creía que aquella etapa en el Real Madrid marcada por el enfrentamiento y la tensión en los campos, en la sala de prensa y en los banquillos formaba parte de otro fútbol ya en desuso. Contra el Sevilla, Mourinho nos devolvió a todos una década atrás. Por momentos vi pasar por mi cabeza a Valdano sonrojado en el palco, a Paramés escribiendo tuits contra periodistas, a Antón Meana arrinconado en una habitación de Valdebebas, a Preciado cantándole las cuarenta, a Karanka, a Guardiola llamándole “puto amo” y a hasta Arbeloa repartiendo leña o a Callejón subido a sus lomos celebrando un gol por la banda de Mestalla. Todo eso. Imágenes tan vintage, tan de la buena etapa de 'Los Manolos' que pensé que jamás volverían. Volvieron.

El recital de Mou fue completo, desde el principio hasta el final. Se erigió en actor principal de una película que se empeñó en alargar y ensuciar. Un partido de casi 150 minutos con broncas, atenciones por simulaciones, protestas, invasiones de campo de sus auxiliares y enfrentamientos entre banquillos. Ese es el escenario en el que más a gusto se mueve el portugués y al que llevó una final que acabó perdiendo de muy mala manera. Exigió su medalla antes de lo que le correspondía, dejó tirados a su cuerpo técnico y sus jugadores en el campo, se la regaló a un niño de la grada – como si regalar lo que tú no quieres a un niño fuera un bonito gesto- y por supuesto se negó a presenciar como el Sevilla levantaba la copa de campeón y mucho menos a aplaudir. Después, la llorera de siempre: el rival tenía más dinero, más equipo, la UEFA es muy mala, los árbitros nos han robado… todo falló menos él. Y el remate: en el parking del estadio se fue a por los árbitros al grito de “vergoña” sabiendo que había cámaras grabando la escena y consciente del rédito que da eso ante la masa romana y que hoy dirá “ojalá todos nos defendieran como lo hace Mourinho”.

Hace años, este artículo habría generado el linchamiento de lo que en su día denominamos “la yihad”. Ese movimiento hostigador de un sector del madridismo que agitaba cuentas de tuiter contra periodistas críticos, contra jugadores y entrenadores señalados por el portugués, contra árbitros, contra todo. Hoy, ya da igual. Mourinho es una caricatura de sí mismo. Puede que sea un gran entrenador de fútbol pero es el peor embajador que puede tener un escudo. Suena para el PSG. Lo que le quedaba al PSG para rematar estos gloriosos años de decisiones erráticas.

Hace años que Mou perdió la gracia, clase no la ha tenido nunca. Aún quedan nostálgicos del régimen, incluso algunos con mucho poder de decisión. Pero la final de Budapest ha sido la demostración de que nosotros ya estamos en otra pantalla. Queremos a Ancelotti, a Zidane, a Pacheta, a Xavi, a Guardiola, a Imanol, a Valverde… y por supuesto a Mendilíbar, el tipo normal, educado, humilde y trabajador que ganó al que se hace llamar 'The especial one'. Por eso, cuando se acabó todo, pensé: qué bien estamos sin Mourinho.

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