La muerte y la vida a 6.000 metros: el Manaslu sepultó el amor extremo de Hilaree Nelson y Jim Morrison

Hilaree Nelson
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Instagram Hilaree Nelson
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La esperanza no se lleva bien con el paso del tiempo y en la alta montaña cada minuto que pasa es una rayita menos de fe. Ayer, a 1.900 metros por debajo de la cima del Manaslu (8.163 metros), Jim Morrison y Mingma Tenzi Sherpa rescataron el cuerpo sin vida de Hilaree Nelson, esquiadora y alpinista norteamericana, un símbolo.

Quienes frecuentan las cumbres, escaleras al cielo por encima de los 7.000 y 8.000 metros, presentían el fatal desenlace. «Ella estaba muy arriba y había alguna opción, por los helicópteros, pero es que a esas alturas todo es muy difícil», señala Eneko Pou, el 50% de la mítica pareja de hermanos escaladores. Ha salido a entrenar en bicicleta para intentar olvidar, pero el recuerdo es demasiado vivo y puñetero: «Nos conocimos hace 15 años en North Face, bajo el Golden Gate de San Francisco y hemos mantenido una relación muy estrecha. Era una esquiadora muy respetada y admirada, un referente para el esquí femenino que inspiró a miles de mujeres».

De lo que sucedió en el trágico descenso del Manaslu se van conociendo detalles, una vez la bruma desaparece. Hilaree y su pareja Jim Morrison hicieron cima y se calzaron los esquíes. Era su especialidad, subir escalando y bajar esquiando les había conducido a la fama mundial, hasta que una avalancha barrió todo el escenario. No era la primera, ni sería la última. Y lo sabían. La propia Hilaree lo había comentado dos días antes, cuando tuvieron que renunciar a la cima, cuando ella se dio cuenta de que la zona era «muy peligrosa». No se sentía segura.

Un alud en el monte Manaslu deja al menos un muerto y varios heridos graves. (INSTAGRAM)

Aún así, volvieron a intentarlo y tocaron techo el 26 de septiembre a las 10.42 horas, antes de iniciar la bajada, veloz. Jim salió primero y por detrás se lanzó Hilaree. Él pudo evitar el alud, «surfeando sobre la ola de nieve», como relata Kris Annapurna, experta periodista alpina. El gigante blanco arrastró a Nelson pendiente abajo por el lado sur. «En una caída de este tipo, la propia caída te mata», apunta Kris.

Jim apenas tuvo tiempo para darse la vuelta y comprobar que Hilaree ya no seguía sus pasos, como los últimos años, ejerciendo casi de escaladores siameses, la vida de una sujeta a la del otro, literal, 'yo caigo, tú caes'. Fue en 2017 cuando Jim y Hilaree coincidieron en Nepal como compañeros de expedición, cargando cada uno una inmensa ‘mochila’ que vació sobre el otro.

La historia de él

Seis años después, Morrison apenas podía todavía pronunciar tres o cuatro frases cuando le preguntaban por Kate: «Mi mujer y mis hijos fallecieron en un accidente», respondía, seco. Intentaba borrar de su memoria aquel fatídico vuelo de 2011, cuando su esposa Kate y sus hijos Wyatt y Hannah fallecieron en el accidente del avión que ella pilotaba. Él no pudo acompañarles por trabajo y, en aquella hoguera nepalí, se desahogó con aquella compañera de cordada a la que apenas conocía, tras varios años de psicólogos, psiquiatras y siniestras ideas que circularon, pasajeras, por su cabeza.

La historia de ella

Hilaree escuchó durante horas y, quizás, pensó que lo suyo tampoco era para tanto. Esquiadora, alpinista y guía de montaña, también afrontaba aquella expedición como un viaje redentor, intentando expiar un pecado del que siempre se sintió culpable: una sencilla expedición que lideraba y un paso a priori sencillo terminó con una chica del grupo muerta, por una caída tonta que al final no lo fue. Sucedió un día antes de que la víctima pudiera dar el ‘sí’ a su novio, que le acompañaba en la aventura con el anillo preparado. «Hiciste todo lo posible por ayudarla, gracias de corazón», le escribió el chico a Hilaree. Ella no encontró paz en sus palabras y sí una caída vertical a la depresión.

No hubo ascenso a cima después de aquella conversación en la hoguera. Sí una amistad que fraguó en amor un año después; ella se separó de su pareja, con la que tenía dos hijos, e iniciaron un ciclo de aventuras sin parangón: «Hilaree fue la primera mujer en descender esquiando el Lhotse, el Denali y fue capaz de coronar en 24 horas dos ochomiles, Everest y Lhotse», recueda Kris Annapurna. Sus hazañas le dieron la capitanía internacional del equipo North Face. «Era un portento físico», recuerda Pou de su capitana, «simpática, accesible, se hacía querer y nos inspiraba a todos».

Ayer, unas horas después de acompañar el cadáver de Hilaree, Jim se despidió en las redes: «No hay palabras para describir el amor por esta mujer, mi compañera de vida, mi amante, mi mejor amiga y mi amiga de montaña. Ella ha sido el faro de luz en mi vida, día tras día».

Morrison inicia ahora un nuevo camino, solo de nuevo, sin su compañera de cuerda. «Es una pena enorme de la que todos los que amamos la montaña nos iremos recuperando -confiesa Eneko Pou- porque así son las historias de la montaña, muy tristes o muy alegres». Al final, Hilaree Nelson logró vivir como quiso. Siempre lo dijo: «Es realmente una necesidad tener una pasión como brújula en la vida». La tuvo.

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