El Madrid arranca el curso triunfando en la Supercopa

Benzema, felicitado por sus compañeros
Benzema, felicitado por sus compañeros
EFE/Chema Moya
Benzema, felicitado por sus compañeros

Un día más en la oficina para el Real Madrid, acostumbrado ya a que jugar y ganar una final sean la misma cosa. Tocó en la Supercopa de Europa, título que inicia un curso más que ilusionante para las huestes de Ancelotti, que aspiran a la conquista de media docena de copas. Veremos. El camino empezó en Helsinki y ante un Eintracht voluntariosos, sí, pero inferior también. La versión veraniega madridista, al ralentí, fue suficiente para levantar su primer trofeo.

No es Ancelotti entrenador dado a revoluciones en la pizarra y comenzó el partido con su once ya conocido de pretorianos. Los mismos de siempre, un año más sabios y más viejos. Así, el partido comenzó despacito, el Madrid movía el balón de un lado a otro buscando rendijas en el blindaje alemán mientras su rival quería plantarse ante Courtois a la mayor brevedad posible, tres o cuatro toques y ya. Apenas lo logró.

El duelo se desperezó poco antes del cuarto de hora, con dos ocasiones destinadas a gol. Primero fue el turno de Kamada, solo ante Courtois tras una veloz combinación del Eintracht. Para su infortunio, de nuevo el belga ejerció de milagrero, desviando su disparo. Lo mismo haría Tuta cuatro minutos después en el otro área, cuando medio estadio cantaba ya como gol un tiro de Vinícius casi a puerta vacía.

A falta de más ocasiones, el equipo blanco fue masticando la final, consciente de su papel de dominador y asumiendo el monopolio del balón con paciencia, que ya llegaría el momento para marcar. Siempre llega. Modric y Kroos fueron entrando en el partido, Casemiro y Militao se multiplicaron y Benzema abandonó su isla en la punta del ataque. Y el atasco en el centro del campo se disolvió. La segunda oportunidad para marcar llegó en el minuto 37 y fue la definitiva: Karim se elevó sobre dos rivales y a su cabezazo fuera de meta lo resucitó Casemiro con otro al centro del área. Allí estaba Alaba para enviar el balón a la red. El gol había llegado casi por incercia, pues el dominio madridista era abrumador y se acrecentó hasta el final de la primera parte, con un Eintracht descompuesto. Que no encajara más goles hasta el descanso fue un alivio para la huesta germana.

El argumento no cambió tras el descanso, con un Madrid dominando plácido y el Eintracht de regreso a su auténtica personalidad, al ataque y sin complejos, sin preocuparse por el agujero que dejara a su espalda. Lo aprovechó Casemiro al cuarto de hora, estrellando contra el larguero un buen disparo con su zurda. La historia volvió entonces a repetirse, el campeón de la Champions falló la primera oportunidad pero no la segunda. Vinícius tomó la autopista de la banda izquierda para alcanzar el borde del área y poner el balón al punto de penalti, donde Benzema ya se había desmarcado con un pequeño pasito hacia atrás: su irregular disparo lo convirtió en gol el infortunado meta Kevin Trapp.

Con 2-0 y el trabajo ya hecho, el Madrid no cambió un ápice, optando por guardar el balón para evitar sustos mayores, mientras Ancelotti comenzaba a mover el banquillo, dando la alternativa a Tchouaméni y Rudiger, las dos nuevas piezas de una armadura que sigue resistiendo el paso del tiempo, reluciente en los partidos importantes. Ayer, el inofensivo Eintracht apenas fue rival en la decimocuarta final que gana el Real Madrid de las últimas quince.

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