Una defensa muerta, un ataque infalible... y una especie de milagro: el Real Madrid (sobre)vive gracias a lo inexplicable

Karim Benzema, ante el City.
Karim Benzema, ante el City.
EFE
Karim Benzema, ante el City.
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ATLAS

¿Otra vez? Otra vez. No se trató de una remontada de infarto, pero el halo de lo inexplicable volvió a hacer acto de presencia sobre las cabezas de los jugadores del Real Madrid. Los de Ancelotti perdieron en su visita al Etihad ante un City imponente y dominador, pero miran con brillo a la vuelta en un Bernabéu que ya se frota las manos ante otra noche grande.

El equipo blanco obligó a sus aficionados a echarse las manos a la cabeza y cerrar los ojos con gesto de dolor cada vez que los de Guardiola rompían a su defensa, pero llenó sus sonrisas de euforia cuando los de siempre levantaron de nuevo a un equipo abonado al milagro.

Militao, Alaba y el resto de guardianes de la zaga, con gran parte del centro del campo inscrito en la 'antifiesta' - véase Kroos-, convirtieron el partido en una película de terror.

Pero los de arriba, con un Vinícius y un Modric intermitentes pero mágicos y un Benzema que dejó hace semanas sin sentido el significado de la palabra leyenda, mantuvieron vigente el sueño de un Real Madrid que (sobre)vive gracias a una extraña fuerza que nada tiene que ver con la suerte.

Pep Guardiola, sobre el partido de vuelta en el Bernabéu

Pep Guardiola comparece en rueda de prensa tras el partido. (EFE)

Fue un partido malo de los de Ancelotti, superados por un gigante que hizo parecer muy menor a todo un trece veces campeón de Europa. Sin embargo, pese a la derrota, sólo un gol de diferencia coloca a los 'citizen' en la rampa de salida hacia París.

El desequilibrio madridista, capaz en Manchester de lo mejor y de lo peor, no es, pese a lo grave de mismo, el tema principal de conversación tras la ida de semifinales. 

Es, una vez más, lo inexplicable, inherente ya a la leyenda blanca, el runrún acomodado en la cabeza de todo aficionado al fútbol en esta resaca europea. Ni en una noche de sonrojos se puede arrebatar al Madrid el aliento para pronunciar aún la última palabra.

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