Las imágenes de los ascensos al monte Everest lleno de gente, incluso hasta el punto de estar masificado, llevan tiempo preocupando a las autoridades. No tanto porque se lo impidan, que no lo hacen de manera efectiva, sino por las consecuencias que puede tener para la propia salud de los alpinistas.
En plena pandemia de coronavirus, el Everest acaba de batir su récord histórico de permisos de ascenso. El pasado 23 de abril se alcanzó la cifra de 394 permisos en esta temporada, superando la marca de 382 que se alcanzó en 2019. Aquellas imágenes dieron la vuelta al mundo, pero por entonces el coronavirus no era la palabra clave de la sociedad.
El problema es que el colapso de gente, especialmente en el campo base previo al ascenso, ha provocado que se convierta en un preocupante foco de contagios. En los últimos días se han registrado varias evacuaciones en helicóptero desde allí a diversos hospitales de Katmandú, lo que implica que la idea de las burbujas entre grupos expedicionarios no están surtiendo efectos. Las autoridades nepalíes guardan silencio, pero ya hay muchas voces que apuntan a un nuevo cierre o a unas restricciones más duras a las ya de por sí impuestas.
Además, según desvela el portal Desnivel.com, se ha descubierto un laboratorio que vendía test PCR falsos con resultado negativo para poder acceder a la expedición. Uno de los requisitos para acceder a los diferentes campamentos del Himalaya es hacerse una prueba PCR a los cinco días de haber llegado a Nepal.
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