El triste final de Bela Lugosi: el actor que dio vida a Drácula y fue devorado por su leyenda

Casi un siglo y medio después de su nacimiento, la biografía del intérprete húngaro se ha convertido en la historia de terror más desoladora que jamás interpretó Bela Lugosi, el hombre que reinó sobre las criaturas de la noche y fue arrastrado por ellas a las tinieblas.
Bela Lugosi como Drácula
Bela Lugosi como Drácula
UNIVERSAL PICTURES
Bela Lugosi como Drácula

La historia del vampiro es, en el fondo, una metáfora sobre el hipnotismo de la perdición. Si al tenebroso no muerto se lo desposee de los colmillos, la capa victoriana y el impecable peinado, queda reducido a lo siguiente: a la imagen de un hombre cautivado por un enigma al que tratará de someterse con la temblorosa fe de que él, a diferencia del resto, sea inmune a su influjo. El vampiro es, por tanto, un adicto. Bela Lugosi, que tal día como hoy, pero hace casi un siglo y medio, nació en una localidad a tres horas en coche de Transilvania, era un adicto. Es decir, Bela Lugosi era un vampiro

Habré interpretado a Drácula más de mil veces”, se jactó, en una ocasión, Lugosi ante un compatriota periodista. “Y, ahora, está a punto de estrenarse una película para Universal en la que repito en el papel”. Corría el año 1931 y Béla Lugosi cumpliría pronto 50 años. Aún le quedaban más de 20 por vivir, pero, en cierto sentido, su existencia se detuvo en el mismo instante en el que una cámara lo filmó con una capa sobre los hombros. 

Bela Lugosi: La sombra del vampiro
Bela Lugosi en 'Drácula''
Cinemanía

A partir de entonces, Lugosi moraría en una noche eterna de monstruos y criaturas del inframundo que lo obligaron a residir, con ellas, en la oscuridad. Pero el actor lo ignoraba. Creía, como todas sus víctimas en pantalla, que él sería capaz de sobrevivir a la mordedura del vampiro.

El hombre más sexy del mundo

Bela Lugosi vino al mundo en Lugoj, una ciudad que hoy se encuentra en Rumanía oriental pero que, en el siglo XIX, pertenecía al imperio austrohúngaro. De ella, tomó Bela su apellido, en sustitución de Ferenc Dezső Blaskó, que eran los que figuraban en su certificado de nacimiento.

Sus pasos se dirigieron, en seguida, hacia los escenarios. Aunque más tarde se atribuiría el título de “el principal actor de Hungría”, lo cierto es que Lugosi tuvo que conformarse, la mayoría de las veces, con papeles secundarios. En 1909, antes de que se trasladase a Budapest, sobre las manos del futuro conde Drácula cayó el papel más importante que había interpretado hasta la fecha, el de Romeo para la compañía teatral de Szeged.

Bela Lugosi, en su juventud
Bela Lugosi, en su juventud
Archivo

El actor que iba a encarnar al Montesco, Michael Kertész, había aceptado otro trabajo y no podía continuar en Szeged. Años más tarde, Kertész cruzaría el Atlántico, cambiaría de profesión y apellido y, bajo el nombre de Michael Curtiz, dirigiría Casablanca. También Lugosi, que fue definido por la novia del cineasta Joe Pasternak como “el hombre más sexy del mundo”, atravesaría el océano y llegaría a Hollywood pero, para entonces, aún le quedaba una guerra que luchar. 

El capitán Bela Lugosi

En junio de 1914, Bela Lugosi se alistó en el ejército y fue enviado al frente occidental, donde la guerra aún no se había recrudecido, como deferencia por formar parte de la compañía nacional de teatro de Hungría. Cinco meses después, lo hirieron en la espalda y fue enviado a un hospital de campaña, donde, tras recuperarse, se lo devolvió al campo de batalla. En este caso, a Rusia. Mientras cruzaba los Cárpatos, envuelto en una parca de color blanco que lo camuflaba con la nieve, el regimiento de Lugosi sufrió una emboscada y el actor fue tiroteado en los muslos

Bela Lugosi, con el uniforme de teniente del ejército austrohúngaro
Bela Lugosi, con el uniforme de teniente del ejército austrohúngaro
Archivo

Como consecuencia, más semanas en cama, más galones y un rango más en su historial militar, que comenzaba a ser ya muy respetable. Sin embargo, su patriotismo se atenuó. Los remordimientos por haber abandonado los escenarios se abrieron paso a través de un cuerpo cada vez más magullado, en el que no se había abierto aún la última herida de guerra.

En la frontera entre Hungría y Rusia, el regimiento de Lugosi chocó con una unidad soviética a la que consiguieron someter. Sin embargo, un joven teniente bajo el mando de Lugosi fue derribado y el actor, exponiéndose al fuego de artillería ruso, cargó con su subalterno hasta ponerlo a cubierto tras el tronco de un árbol. Justo cuando se creía fuera de peligro, un proyectil lo hizo saltar por los aires y, al caer, se golpeó la cabeza contra una piedra.

Bela Lugosi, en la década de los 20
Bela Lugosi, en la década de los 20
Archivo

El médico más optimista de cuantos lo trataron le concedió un 50% de posibilidades de sobrevivir. Lugosi se aferró a ellas y salió adelante sin más secuelas que un dolor de espalda que agravarían los años y que lo haría recurrir a los opiáceos. En cambio, el ejército creyó que las heridas de guerra eran más serias y lo licenciaron. 

A esto, ayudó el que Lugosi explotase su talento como actor e hiciese creer a los médicos que estaba loco. “Era más que consciente de que, si no hacía nada para remediarlo, seguirían enviándolo al frente mientras conservase las cuatro extremidades”, contó, en la biografía de Lugosi, su antiguo agente. “Cuando regresó a casa, Bela se tomó todo esto a broma: “De haberme quedado en el ejército, habría acabado conociendo a Jesucristo en lugar de interpretarlo sobre un escenario”. 

Sus primeras películas

La carrera como actor cinematográfico de Bela Lugosi empezó tan pronto como los cañones de la guerra fueron devueltos a los arsenales. Entre 1917 y 1918, Lugosi actúa en más de diez películas, de las cuales casi ninguna se conserva. Tres de ellas están dirigidas por Michael Curtiz, ya asentado tras la cámara.

Bela Lugosi en la desaparecida 'Kilencvenkilenc', de Michael Curtiz
Bela Lugosi en la desaparecida 'Kilencvenkilenc', de Michael Curtiz
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Su etapa en la industria audiovisual húngara es efímera. La Gran Guerra había fomentado la inestabilidad política en una Hungría, que, en apenas dos años, vivió un gobierno comunista y uno conservador, que represalió a aquellos que se habían mantenido fieles al líder revolucionario Bela Kun. Lugosi, que se encontraba entre los defensores del régimen comunista y había ejercido como cabecilla sindical entre los actores, puso rumbo a Alemania en cuanto tuvo la ocasión.

En su nuevo destino, Lugosi protagoniza la que será, durante años, su película más notable, La cabeza de Jano. Dirigida por Murnau, esta versión de El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde fue descrita como “una variación, posiblemente superior, de El gabinete del doctor Caligari”, y se elogió su “excelente” dirección y el “maravilloso” trabajo de sus actores. Nada de esto puede contradecirse, en tanto que todas las copias de La cabeza de Jano desaparecieron hace más de un siglo y, hoy, es considerada una leyenda entre las películas perdidas, junto a London after midnight, de Tod Browning. 

Bela Lugosi en 'La cabeza de Jano'
Bela Lugosi en 'La cabeza de Jano'
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Drácula llega a los Estados Unidos

En 1921, un grupo de emigrantes aguardan su turno en la isla de Ellis. Entre ellos, está Bela Lugosi, que lleva viviendo ya un año en América. Sin embargo, Nueva York ha sido siempre su objetivo: los dueños de los teatros de Broadway lo esperan, aunque ellos aún no lo saben. Mientras aprende inglés, Lugosi trabaja como jornalero y, cuando cuenta con una hora libre, sube a un escenario e interpreta un par de actos en su húngaro natal. Por fin, en 1922, las puertas de Broadway se abren para él. Y, meses más tarde, las de Hollywood

De todos los papeles que Lugosi representó sobre las tablas estadounidenses, destaca el de Drácula. La novela de Stoker había sido adaptada como drama por Hamilton Deane en 1924, y el libreto fue exportado enseguida a América. En 1927, la obra ya se representaba en Broadway y Bela Lugosi, embozado, interpretaba a su colmilludo protagonista.

Bela Lugosi, en una representación teatral de 'Drácula'
Bela Lugosi, en una representación teatral de 'Drácula'
Cinemanía

La irrupción del cine sonoro fue un obstáculo para Lugosi. Su marcado acento centroeuropeo, del que nunca logró desprenderse, lo limitaba a papeles secundarios como villano o jeque árabe. Entre tanto, Bela encadenaba una representación tras otra de Drácula, con la esperanza de que el éxito de la obra y los elogios que acumulaba su interpretación propiciasen una adaptación al cine. El papel, en ese caso, sería para él. ¿Quién sino Bela Lugosi podía ser Drácula?

Tod Browning, el encargado de dirigirla, no lo tenía tan claro y, antes de telefonear al húngaro, tanteó a prácticamente todos los actores de Hollywood, desde Paul Muni a John Carradine. Sin embargo, ninguno de ellos se mostró interesado en encarnar al conde, así que Browning se rindió ante Lugosi, que llevaba meses presionando a Universal

Su triunfal insistencia tuvo algo de victoria pírrica: al verlo tan predispuesto, los estudios pensaron que el húngaro actuaría a cualquier precio y le pagaron tres mil dólares. Por poner estas cifras en contexto, Rodolfo Valentino, con quien Lugosi había sido comparado en Broadway, cobraba esa cantidad a la semana, y sus jefes aún tenían que soportar las quejas del actor, que se consideraba infravalorado.

'Drácula'
'Drácula'
Cinemanía

Bajo la maldición del vampiro

Aunque fue el momento estelar de su carrera, Drácula encerró a Lugosi en un ataúd del que jamás podría salir. Salvo excepciones, como un breve papel en Ninotchka, el húngaro fue obligado a presidir un interminable desfile de monstruos del que, a diferencia de lo ocurrido con Boris Karloff, no se le permitía ausentarse: sus manos se transformaron en zarpas en El hombre lobo (1941); su espalda, en la servil giba de Ygor en La sombra de Frankenstein (1939); e incontables doctores maléficos y asesinos delirantes tuvieron, durante años, el rostro de Lugosi. 

Karloff, que coincidió con él en varias películas, contó que, cuando se conocieron, el húngaro lo trató con frialdad y un ligero desprecio. Lugosi creía que el inglés era el responsable de su cautiverio en la cámara de los horrores de la Universal. Aquellos papeles que podían ser su salvoconducto para escapar iban a parar, sin interrupción, a Karloff. Sin embargo, Lugosi ignoraba, o más bien trataba de desoír, la auténtica razón de su encasillamiento: a diferencia de Karloff, sus dotes como actores eran escasas. El histrionismo delirante de Drácula se había convertido en su única alternativa. 

Bela Lugosi en 'El hombre lobo'
Bela Lugosi en 'El hombre lobo'
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“Yo soy Drácula”

La leyenda acecha en los últimos años de Bela Lugosi. Con una fortuna menguada y un prestigio a la deriva, el húngaro se fue transformado, poco a poco, en una reliquia venerable pero inservible para Hollywood. Sus antiguos amigos podían prestarle dinero, pero debían continuar su camino y Lugosi no era capaz de seguirlos. Quizá los vampiros no envejezcan, pero sí los actores que, un día, los interpretaron.

Tres años antes de morir, Bela Lugosi hizo una de sus últimas apariciones públicas con motivo de la presentación oficial de Los crímenes del museo de cera, protagonizada por Vincent Price. El productor de la película invitó a Lugosi al estreno, consciente de que la resurrección del desdentado vampiro depositaría un par de dólares en los maltrechos bolsillos de Lugosi. El húngaro acudió a la cita disfrazado de Drácula y se tomó fotografías con todos aquellos que se lo pidieron.

Vincent Price en 'Los crímenes del museo de cera'
Vincent Price en 'Los crímenes del museo de cera'
Cinemanía

Uno de los retratos conllevaba cierta puesta en escena: debía hacerse frente a las oficinas de la Cruz Roja, mientras Lugosi saboreaba un vaso de leche junto a una enfermera. Aquello debió revivir algún recuerdo de sus días de gloria y el húngaro decidió improvisar, lanzándose sobre la yugular de su momentánea compañera, que, estupefacta, lo empujó e hizo que la leche se le derramase sobre la capa. Perplejo, Lugosi se marchó antes de que la película comenzase.

Los rumores sobre la salud mental del actor habían empezado a circular. Se hablaba de que Lugosi padecía una alucinación y estaba convencido de que era Drácula. Y no todo lo que se decía era falso: en su biografía, The man behind the cape, se narra un episodio que tuvo lugar en 1947, durante una pequeña gira que devolvió a Lugosi a los escenarios para interpretar, de nuevo, al conde. 

Una imagen del póster de la película 'Drácula', de Bela Lugosi (1931).
Una imagen del póster de la película 'Drácula', de Bela Lugosi (1931).
WIKIMEDIA COMMONS

Tras terminar una de sus representaciones, ya entre bambalinas, el actor empezó a exclamar que era Drácula. Al caer la noche, se aproximó al utilero y le pidió el ataúd que usaban en la obra. Las viejas heridas de la guerra habían desgarrado su columna vertebral y solamente el opio eran capaz de mantenerlas a raya. Enormes cantidades de opio.

“No soportaré otra noche durmiendo en el maldito colchón del hotel”, explicó Lugosi. “Así que, por favor, manda el ataúd a mi habitación. Dormiré en él”. El cajón se trasladó hasta la alcoba del húngaro, acompañado, como en un cortejo, por la prensa. Querían fotografiar a Drácula, y Lugosi, estremecido por el dolor y aturdido por el opio, los hizo pasar. Moriría nueve años después, tras dejarse ver en las infaustas películas de Ed Wood, un director que lo seguía idolatrando cuando, para Hollywood, Bela Lugosi era un muerto viviente. 

Bela Lugosi en 'Plan 9 del espacio exterior'
Bela Lugosi en 'Plan 9 del espacio exterior'
Cinemanía

Otra leyenda, la última, la más improbable; una a todas luces falsa: la noche en la que Lugosi falleció, se dice que el húngaro gritó, antes de expirar, que era Drácula. Y, un segundo después, algo impactó contra el cristal de la ventana. Era un murciélago, que trataba de entrar en la habitación en la que dormía, ya para siempre, el que en vida había sido su amo y señor.

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