Berlanga, el mejor embajador del cine español

El ciclo ‘Berlanga, la risa amarga’ homenajea fuera de España al ilustre valenciano con siete largometrajes y el desconocido corto 'El circo', inédito hasta hace muy poco tiempo
Luis García Berlanga en el rodaje de El verdugo
Luis García Berlanga en el rodaje de El verdugo
Filmoteca Española
Luis García Berlanga en el rodaje de El verdugo

Un plano medio nos enseña a una chica tendiendo la ropa que, de pronto, gira su cabeza para mirar, desde la altura de la terraza de su edificio, el trajín que llega desde un amplio descampado: el circo parece que ya ha llegado a Madrid. Con este sencillo arranque, rubricado con un ligero movimiento de cámara, Luis García Berlanga firmaba el inicio del cortometraje El circo (1949) y, sin saberlo, el principio de una de las cinematografías que mejor ayudan a definir qué es el cine español.

Berlanga dirigió durante su estancia en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC) este cortometraje de algo más de 18 minutos de duración que, en pocas palabras, muestra la llegada y una función del Circo Americano. Se trata de un modesto corto, en principio, que hay que ver como algo más que una práctica estudiantil, ya que es una joya del patrimonio fílmico español que permaneció inédita hasta hace muy poco. Una flor en la sombra.

Aunque Filmoteca Española tenía el material en sus fondos, tras el traspaso de los archivos del IIEC a la institución, y pese a que se realizó una restauración de este filme en 1988 supervisada y dirigida por el propio Berlanga, no fue hasta 2011 cuando el público pudo disfrutar de esa peliculita seminal del ilustre valenciano gracias al trabajo conjunto de Filmoteca y el IVAC. Como indican las crónicas de hace diez años, ni siquiera su propio hijo, José Luis García Berlanga, ni el resto de la familia, la habían visto proyectada.

No cuesta mucho imaginar qué puedo atraerle del mundo circense a Berlanga para que hiciera de este el tema de uno de sus primeros trabajos. Por supuesto, el ajetreo del espectáculo es un motivo de peso, pero el circo ha sido también resguardo de todas las clases sociales, espacio surrealista cuando aún no existía el surrealismo y, como sucede con las fiestas populares, un lugar donde todo se pone patas arriba para, una vez fuera, regresar a una cierta idea de normalidad. Puro espíritu berlanguiano. No obstante, ¿quién es capaz, de todos modos, de resistirse a la fotogenia de trapecistas, equilibristas, funámbulos, acróbatas y demás atletas de la pista?

Con todo, poner la mirada en el universo del circo cumple otra función. En consonancia con la sensibilidad de cineastas italianos más o menos contemporáneos como Federico Fellini o Aglauco Casadio, fijarse en el circo le sirve a Berlanga para realizar el doble retrato en paralelo de, por una parte, la fuerza de trabajo detrás del mayor espectáculo del mundo y, por la otra, de la sociedad de la gris posguerra de, en nuestro caso, la España franquista.

El circo, de Luis García Berlanga
El circo, de Luis García Berlanga
Filmoteca Española

Ese doble retrato en paralelo aparece enseguida y con una naturalidad pasmosa en el corto berlanguiano, inmediatamente después de la primera imagen que muestra a la joven tendiendo la ropa. Vemos a un grupo de trabajadores golpear con fuerza varias estacas para clavarlas en el suelo y así levantar la inmensa carpa que traerá algo de alegría a la ciudad. Una toma circular registra a un operario pintando y otra a varios hombres levantando los largos y pesados postes que sostienen la carpa. Una vez están los postes y cables fijados, con todo casi a punto, llega el momento de poner los carteles y preparar el desfile de bienvenida. La carpa del circo por fin se levanta. Un contraplano nos enseña un edificio en cuyas paupérrimas ventanas, desconchadas, varias mujeres observan los preparativos. Apenas unos segundos después, aparece una imagen insólita, al mismísimo Luis García Berlanga, empuñando la cámara y filmando.

En 2021, una década después de que esa peliculita viera públicamente la luz, celebramos el centenario de Luis García Berlanga regresando de nuevo a ese circo americano gracias al ciclo La risa amarga, puesto en marcha por el ICAA, el Instituto Cervantes, Acción Cultural Española AC/E y AECID. El objetivo del ciclo ya no es tanto homenajear a Berlanga en nuestro país con motivo de la efeméride, sino fuera de nuestras fronteras. La risa amarga ya ha pisado Panamá y Luxemburgo, y de ahí partirá a Túnez, Bolivia y Pekín. Aunque parezca mentira, los cinéfilos del mundo tienen mucho todavía por descubrir del genio del valenciano.

Berlanga, la risa amarga
Berlanga, la risa amarga
Filmoteca Española

Es revelador, en este sentido, uno de los textos del libreto que acompaña el programa La risa amarga. Con firmas como la de Chus Gutiérrez, que reseña, precisamente, El circo, además de la de Inés París sobre Esa pareja feliz (1951), María Cañas, encargada de Bienvenido Mister Marshall (1953), Mar Coll, quien escribe sobre Calabuch (1956), Fernando Trueba, responsable de Plácido (1961), Miguel Albaladejo, quien se presta a escribir sobre Patrimonio Nacional (1980), y Borja Cobeaga sobre La vaquilla (1985), todas películas que conforman el ciclo, es notable, en tanto que mirada extranjera, la reflexión sobre el cine de Berlanga de Alexander Payne.

El director de Nebraska (2014) y doble ganador del Oscar por los guiones de Entre copas (2004) y Los descendientes (2011) escribe en el libreto del programa La risa amarga sobre El verdugo (1963) y desde una honestidad muy entrañable. “Ah, Berlanga, el director que tanto me inspira y tanto me intimida”, comienza el texto que firma.

Más allá de chascarillos y loas, Payne dice lo siguiente sobre El verdugo y sobre la escasa repercusión de una de las grandes obras maestras ya no del cine español, sino del cine en general: “Me extrañaba que El verdugo fuese tan poco conocida fuera de España. Varios años después, cuando me tocó ser director invitado del Festival de Cine de Telluride, incluí El verdugo entre las seis películas de mi selección, y aún para ese público cultísimo en cine, fue una revelación. De hecho, fue precisamente a raíz de esa proyección en 2009 que Criterion se interesó por ella y luego la distribuyó en su colección”.

El circo, de Luis García Berlanga
El circo, de Luis García Berlanga
Filmoteca Española

¿Qué mejor que este ciclo itinerante que va a girar por todo el mundo para recordarle al mundo lo buen embajador que es Berlanga del cine y de la cultura española? La selección de La risa amarga cubre cinco décadas de las seis que recorrió el cineasta, de El circo a La vaquilla. Cinco décadas que recorren las sombras de la España franquista y el entusiasmo de la España democrática, que muestran justamente aspectos políticos y sociales desde esa comedia negra que tan bien practicaba. Tanto una época como la otra, Berlanga las exprimió creativa y críticamente como pocos. No cuesta imaginarlo como un gran maestro de ceremonias de ese circo extraño que es nuestra realidad.

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