Crítica de 'El conde' en Netflix: Pablo Larraín busca la yugular con Pinochet, pero no la encuentra

El dictador chileno Augusto Pinochet se transforma en vampiro en esta comedia de terror que no logra llevar su ingeniosa premisa más allá de la mera ocurrencia.
'El conde'
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Cinemanía
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Valoración:

La filmografía del chileno Pablo Larraín se compone principalmente de películas que exploran el traumático pasado de su país -títulos como Tony Manero (2008), Post Mortem (2010), No (2012) y El club (2015)-, películas que exploran con actitud impresionista biografías de figuras icónicas del siglo pasado -Jackie (2016), Spencer (2021)- y películas que, como Neruda (2016), hacen ambas cosas a la vez. A este último grupo pertenece también su nuevo trabajo, El conde, que le ha proporcionado el premio al mejor guion en la Mostra de Venecia. 

No es, decimos, la primera de sus ficciones en explorar el terrible legado de Augusto Pinochet, pero sí es la única hasta la fecha en la que la figura del dictador aparece físicamente en pantalla y en el centro de la acción. También representa su primer intento de incursión en el terreno de la sátira.

El conde se sitúa en un universo paralelo en el que el tirano es un vampiro de 250 años de edad que ha pasado los últimos 50 sobrevolando Chile en busca de víctimas a las que chupar la sangre. Después de ser derrocado y de fingir su muerte en 2006, deambula por un remoto rancho de la Patagonia embutido en aparatosos abrigos de piel mientras rememora el sangriento viaje que emprendió justo antes de la Revolución Francesa -un flashback nos lo muestra en París aplastando con un mazo el rostro de una prostituta, y lamiendo el filo de la guillotina que acaba de decapitar a María Antonieta-, y al que ahora pretende poner fin. 

Pinochet ha decidido abandonar el privilegio de la vida eterna, a causa de la “ingratitud” que le profesa el pueblo chileno y de las molestas investigaciones abiertas al respecto de su enorme riqueza.

Entretanto, tolera a duras penas tanto a su esposa como al despreciable quinteto de corruptos que tiene por hijos, ansiosos todos ellos por heredar los millones que el patriarca robó y que se pudren en cuentas bancarias internacionales. Las maniobras que llevan a cabo al respecto -con la ayuda de una contable que en realidad es una monja exorcista- acercan El conde momentáneamente al terreno temático de Succession pero, en general, la película en todo momento se muestra más interesada en su premisa que en el desarrollo de la misma, en exprimir todo lo posible su idea inicial que en usarla como base de otras ideas.

Reconózcase, de entrada, que la metáfora vampírica es un punto de partida idóneo para retratar a un monstruo que durante 17 años devoró a su pueblo, saqueando sus bienes y ordenando los encarcelamientos, torturas y ejecuciones de más de 40.000 chilenos -"Pinochet nunca se enfrentó a la justicia y esa impunidad lo hizo eterno, lo convirtió en vampiro", explicaba Larraín en Venecia por si algún despistado no había pillado ya el símil-; y la brillantez del concepto queda subrayada en momentos sucesivos de la película a través de referencias visuales a las películas de chupasangres dirigidas por autores como F.W. Murnau, Francis Ford Coppola y Werner Herzog, imágenes de corazones humanos triturados en una batidora para servir de complemento proteínico y momentos que resultan a la vez bellos e inquietantes en buena medida gracias al deslumbrante blanco y negro elegido por el cinematógrafo Ed Lachman para capturarlos.

Especialmente considerando la falta de sutileza con la que Larraín maneja una idea que ya de por sí carece de ella, sin embargo, resulta llamativo que la sátira de El conde sea tan poco incisiva. Desde el principio queda claro que no tiene nada nuevo que decir acerca de Pinochet, y que en buena medida se contenta con enlazar escenas en las que los personajes ofrecen información acerca de las tropelías del tirano que está disponible en la Wikipedia. 

Tampoco logra sacar punta a la ironía encarnada por sus hijos -su padre se negó a morderles, pero aun así se han convertido en vampiros-, todos ellos personajes trazados de forma demasiado imprecisa como para funcionar a modo de prueba de que el pinochetismo sigue vivo. 

Aunque francamente sorprendente -por bizarra-, además, la sorpresa argumental que Larraín desvela en el último tercio de la película y con la que trata de sugerir que todos los villanos políticos son básicamente lo mismo -o algo así-, a efectos prácticos no es más que un golpe de efecto. 

Y a esa tibieza general, por último, contribuyen los problemas de tono que la película aqueja; seguro que Larraín ha intentado hacerla a la vez hilarante, aterradora y políticamente reveladora pero en la práctica, en lugar de integrarse, esos tres registros chocan entre sí y acaban neutralizándose mutuamente. Nada de todo eso le impide ser una obra del todo relevante -justo ahora se cumplen 50 años desde el golpe de Estado de Pinochet contra Salvador Allende- pero sí explica que sea tan imprecisa a la hora de clavar la estaca.

FICHA TÉCNICA

Póster de 'El conde'
  • Director:

    Pablo Larraín

  • Género:

    Fantasía

  • País:

    Chile

  • Sinopsis:

    Augusto Pinochet es un vampiro que vive escondido en una mansión en el extremo más frío del mundo.

  • Guion: Guillermo Calderón, Pablo Larraín

    Reparto: Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, Alfredo Castro, Paula Luchsinger, Antonia Zegers, Amparo Noguera

    Duración: 110 min.

    Veredicto: No logra que su ingeniosa premisa sea más que una mera ocurrencia.

    Distribuidora: Netflix

    Estreno: 15/11/2023

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