A veces tiene que venir alguien de fuera para decir lo que nadie quiere oír en casa, para dejar caer el análisis más certero sin remilgos en la intimidad.
A los Globos de Oro 2024 le vino muy bien la definición de una outsider triunfadora como Justine Triet, directora de Anatomía de una caída, la película (peliculón, vaya) estrenada en el pasado Festival de Cannes que además de en la nieve del cartel de la película y en el invierno de la cartelera española, también ha dejado huella en este primer round de premios en Hollywood con sus dos globos de Oro a mejor guion y mejor película extranjera.
“Es una película sobre la imposibilidad de reflejar la verdad”, una incapacidad que también quedó de manifiesto en esta nueva vieja gala de los premios de la prensa extranjera. La noche que Oppenheimer, la película de Christopher Nolan sobre el creador de la bomba atómica, tomó la cabeza en la carrera por los Oscar cuando ya casi nadie se acordaba de ella, no se oyó ni una palabra sobre las dos guerras que ahora mismo aterrorizan el mundo.
La verdad es imposible de reflejar, y ni Ucrania ni Gaza (o Israel) tuvieron una sola mención, mientras que las dos huelgas que han hecho temblar la industria audiovisual, quedaron reducidas a un gag en el reparto de uno de los 27 premios de la noche, el de mejor guion, que fue precisamente para la directora francesa que con tanto tino desenmascaró el tinglado.
Los cinco galardones a Oppenheimer, mejor película dramática, mejor director para Nolan, además de los premios a Robert Downey Jr. Como actor de reparto, Cillian Murphy como protagonista y a la banda sonora de Ludwig Goransson, fueron cayendo para dejar claro quién mandaba en la lucha interna del ‘Barbenheimer’: quedó para Barbie el premio inventado ad hoc para la película taquillera y para una de sus canciones.
Pero la película de Greta Gerwig ni siquiera pudo coronar su categoría: Emma Stone y Yorgos Lanthimos, actriz y director de Pobres criaturas, se aliaron con los actores de Los que se quedan (Paul Giamatti y Da’Vine Joy Randolph), el filme de Alexander Payne, y se llevaron los premios en el apartado de comedia.
Fueron Kristen Wiig y Will Ferrell, que con tres minutos de intervención se llevaron por delante al discretísimo presentador de la gala, Jo Koy, los que finalmente redondearon la idea inicial de Justine Triet: "Los Globos de Oro no han cambiado", protestaron poniendo ironía a la polémica de los últimos años.
Fue el golpe de realidad previo al único momento que no sonó a mera distracción para despistados: la intervención de Lily Gladstone al recoger su premio (mejor actriz de drama) por su trabajo en Los asesinos de la luna de Martin Scorsese, con recuerdo sentido al pueblo Osage, la única verdad que traspasó la pantalla del cine de Hollywood en estos Globos de Oro. In extremis.
En el apartado de series, la verdad de que los folletines familiares, y más si tienen la calidad de Succession, siguen moviendo el mundo se impuso. El final de esta serie merece ser recordado en un palmarés seriéfilo que se precie.
Por lo demás, los coreanos de Bronca coparon los tres premios de las series limitadas (de temporada única, aclaremos), y The Bear, con el chico de moda, Jeremy Allen White, al frente, se llevó los tres premios de comedia. Solo la Lady Di de Elizabeth Debicki como actriz de reparto en The Crown le quitó un premio a la saga de los Roy en su despedida. Matthew Macfadyen, Kieran Culkin y la australiana Sarah Snook se unieron al premio a mejor serie dramática para Succession.
Tan difícil le resultó mostrar la verdad a la 81 edición de los Globos de Oro, que el primer premio al mejor programa especial de stand up comedy, que fue para el más brillante presentador que ha tenido esta gala en los últimos tiempos, ni siquiera contó con la presencia del galardonado, Ricky Gervais. Por si el armageddon de su monólogo premiado era cierto.
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