Zonas de riesgo

Si bien en el caso de España casi nadie duda de que ganará el sí, los especialistas empiezan a ver factible que en alguno de los diez Estados que han optado por referendos el resultado sea no.
En Gran Bretaña y en Francia se anuncian consultas cargadas de incertidumbre. En ambos Gobiernos preocupa el porcentaje que puede alcanzar el no.

Desde siempre un gran sector de la población británica es contraria a integrarse en el continente y la apuesta proeuropeísta del debilitado y cambiante Tony Blair podría fracasar. Pero el caso francés es más complejo: los partidarios del no (más del 40%) son, o bien europeístas, pero opuestos a esta Constitución, o bien los que quieren castigar al Gobierno. Los franceses del no representan un arco heterogéneo: la mayoría del electorado del PC y de la extrema izquierda, un tercio del socialista (el PSF está muy dividido) y la casi totalidad del fascista Frente Nacional, además de sectores considerables de la derecha clásica. Francia, de enorme peso en la UE, ha visto progresar a los partidarios del no según se acerca la fecha del referéndum (junio). El sí y el no podrían quedar muy igualados. Por su parte, daneses (en 1992) e irlandeses (en 2001) se pronunciaron en referéndum contra otros tratados europeos.

¿Qué pasará si un país o más rechazaran la Constitución en referéndum? Muchos han señalado la incoherencia de no haberse previsto un procedimiento común de ratificación. Se habría evitado el riesgo de eventuales noes. Había dos posibilidades: un referéndum único en toda la UE (modificando constituciones nacionales), o dejar que el nuevo Parlamento Europeo ratificara el tratado. Pero los gobernantes no contemplaron el riesgo de dejar a cada país a su aire.

El tratado prevé entrar en vigor el 1 de noviembre de 2006, siempre que el último Estado lo haya ratificado. Pero también dice que si, a los dos años de su firma (octubre de 2004) las cuatro quintas partes de los Estados miembros lo han ratificado pero uno o más no lo han hecho, el Consejo «examinará la cuestión». La vaguedad es total. Al final se ideará un artificio jurídico que tendrá más en cuenta la razón de Estado europea que los referendos.

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