ÓSCAR ESQUIVIAS. ESCRITOR
OPINIÓN

Citar con arrobo

Óscar Esquivias.
Óscar Esquivias.
JORGE PARÍS
Óscar Esquivias.

Hace varias décadas la palabra "arroba" era casi un arcaísmo. En la época de mis abuelos aún se utilizaba, a veces con su sentido preciso ("este cerdo pesa dieciséis arrobas") y, casi siempre, con valor hiperbólico ("Después del bautizo, el padrino arrojó caramelos por arrobas"). De niño, cuando yo oía tal medida, no me hacía una idea precisa de su valor y me resultaba tan exótica como otras de peso o capacidad que también usaban en el pueblo, como el celemín, el cuartillo, la libra, el azumbre, el quintal o la onza (términos no menos literarios que, por ejemplo, las verstas con las que se medían las distancias en las novelas rusas).

Pero hete aquí que la modernidad vino a rescatar un término tan rural y le dio una nueva y esplendorosa vida. Lo hizo, además, por dos vías: su símbolo aparece, por una parte, como elemento indispensable en las direcciones del correo electrónico y, por otra, se usa como recurso gráfico para evitar el masculino genérico en textos del tipo: "Estimad@s amig@s: les comunicamos que su hij@, alumn@ de este centro, irá mañana de excursión al Museo del Botijo". Hoy las propias guías del lenguaje inclusivo lo desaconsejan por impronunciable; hay incluso quien dice –no sé si humorísticamente– que es un signo machista porque parece una a encerrada dentro de una o.

Las arrobas florecieron en los ordenadores. Cuando yo aprendí a mecanografiar, ninguna de las muchas máquinas de la academia de Gamonal a la que acudí tenía su símbolo en el teclado; hoy, todos los ordenadores lo incluyen. A diferencia de casi todos los términos informáticos –que se nombran sin más contemplaciones en inglés–, decimos "arroba" y no "at" gracias a que alguien reconoció el símbolo y lo nombró en español (la Real Academia debería averiguar quién fue y dedicarle un busto en los jardines de la institución). En otros idiomas han adoptado el "at", aunque en algunos casos han recurrido a símiles muy imaginativos: los bosnios y los serbios, por ejemplo, ven en @ una "a loca", los italianos un caracol y los polacos y los alemanes se han puesto de acuerdo en que parece un mono. Lo cierto es que tiene un diseño muy bonito y parece una a glamurosa y despendolada, con el fular al viento, como una Isadora Duncan de la tipografía.

El símbolo @ se utiliza también en las redes sociales, hasta el punto de que ha nacido una nueva acepción del verbo "arrobar" que yo desconocía (la principal, como saben, es "embelesar"). La Fundación del Español Urgente (Fundéu) define así el nuevo uso internetero: "arrobar" es "la acción de mencionar a otro usuario, ya que para hacer dicha mención se debe anteponer el símbolo arroba (@) al nombre que se desea mencionar". Según la Fundéu es un verbo frecuente entre los internautas argentinos.

Me voy a atrever a completar esta definición, porque creo que falta un matiz importante (y de paso usaré esta acepción por primera vez en mi vida, a ver si me voy acostumbrando): cuando se "arroba" a alguien, no sólo se le cita, sino que además se le avisa expresamente. "Arrobar", por tanto, también es requerir la atención de alguien y darle unos golpecitos (cibernéticos) en el hombro para decir "¡Eh, mira lo que pone aquí, que te afecta!".

A veces, que te "arroben" en internet da más miedo que recibir un burofax del ministerio de Hacienda. Muchas broncas en Twitter o en Facebook empiezan, justamente, con un "arrobamiento" que no tiene nada de embelesador.

La Fundéu aconseja escribir el verbo sin ningún tipo de énfasis tipográfico, pero yo todavía no tengo confianza con este neologismo y prefiero que vaya entrecomillado, que es la forma que tenemos los escritores (y los editores) de poner un bozal a las palabras que creemos que nos pueden morder, hasta que se domestican del todo y las perdemos el miedo. A ver qué pasa con esta.

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