ROSALÍA LLORET. PERIODISTA Y EXPERTA DIGITAL
OPINIÓN

Shhhhh, está Alexa

Rosalía Lloret, periodista.
Rosalía Lloret, periodista.
JORGE PARÍS
Rosalía Lloret, periodista.

Alexa, el asistente de voz de Amazon que nos atiende desde Echo, su dispositivo inteligente para el hogar, ha sido la superestrella de la famosa Feria de tecnología CES de Las Vegas. Las grandes empresas tecnológicas llevan algún tiempo experimentando con la inteligencia artificial vinculada a la voz humana, algo que nos permite interactuar con la tecnología de una forma más natural que con el teclado. Siri de Apple, Google Assistant o Cortana de Microsoft han ganado popularidad respondiendo a nuestras peticiones de forma más o menos efectiva desde los móviles u ordenadores de sus respectivos creadores. Pero Alexa parece haber tocado la tecla –o, mejor dicho, las teclas– del éxito más claramente que sus compañeras (todas mujeres, por cierto…).

Para empezar, Alexa parece haber acertado con el lugar. El dispositivo Amazon Echo, una especie de cilindro negro con altavoces, micrófonos y conexión a internet, está pensado para ser utilizado en el hogar. Siguiendo nuestras órdenes de voz, Alexa pone la música que queramos de Spotify, Pandora u otras plataformas en los altavoces surround del Echo, nos lee las noticias o el correo, ofrece reportes del tiempo o del tráfico, gestiona otros aparatos conectados que tengamos en casa o, por supuesto, compra cualquier cosa en Amazon, entre otras funciones.

Y todo ello, con la mayor naturalidad e intimidad: no hace falta sacarse el móvil del bolsillo, ni acercarse a hablar al micrófono, ni hacer el ridículo en público hablándole a un aparato. Algo que, según una reciente encuesta en EE UU y Reino Unido, les da vergüenza a buena parte de los usuarios. Por ello, la mayor parte de los asistentes de voz se usan en el coche (51%) o en casa (39%). Y por ello también, las ventas del Amazon Echo se han disparado: según las estimaciones (Amazon no da datos oficiales), solo en EE UU ya se han vendido unos cinco millones de dispositivos.

En segundo lugar, Alexa –o, mejor dicho, Amazon– ha acertado con la estrategia de distribución. Siguiendo el tremendo éxito de Google y Apple con la apertura al desarrollo libre (o casi) de aplicaciones por parte de terceros para sus respectivos móviles, Amazon decidió en 2015 separar el software (Alexa) del hardware (Echo), abrir a terceros el desarrollo de nuevas ‘habilidades’ (skills) para Alexa, e incluso promoverlo mediante un fondo de 100 millones de dólares. Así que –además de poder pedir muchas más cosas al Echo– ya podemos hablar con Alexa en un coche de Ford, una nevera de LG, una TV de Westinghouse o una aspiradora de Samsung, entre otros muchos cacharros.

Es de prever, pues, que nuestros hogares irán llenándose de Amazon Echo, de Google Home (el dispositivo inteligente de Google para el hogar lanzado la pasada primavera en respuesta a Echo) o de otros dispositivos inteligentes que nos ayudarán en las tareas diarias mediante comandos de voz. Pero para ello deberemos acostumbrarnos a unos aparatos que, para cumplir bien su función, han de escucharnos permanentemente.

Todos ellos funcionan con un comando de voz –tipo "hola, Alexa"– tras el cual se activa la grabación de nuestras palabras para poder procesarlas y responder a nuestra petición. Una escucha permanente que puede llevar a respuestas indeseadas, como en San Diego, cuando un reportaje en TV sobre una niña que había activado involuntariamente la compra de una casita de muñecas con su Echo provocó una cadena de compras indeseadas de más casitas de muñecas en hogares que tenían la TV encendida y un Echo.

La escucha permanente, y la grabación/transmisión de nuestras palabras tras la activación del asistente también plantea dudas de privacidad que habrá que analizar y, si corresponde, depurar. ¿Podría utilizar esas grabaciones la policía, como ha intentado en Arkansas? O ¿es posible hackear las grabaciones? Quizá sí, aunque probablemente no obtendrían más pistas de nosotros de las que ya dejamos en el resto de nuestra vida digital.

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