La contundencia con la que el alcalde de Valencia, Joan Ribó, afirmó la semana pasada que tiene intención de presentarse a las primarias de Compromís para optar de nuevo a la Alcaldía de Valencia en 2019 sorprendió a propios y extraños. Los dos años que quedan para ese hipotético escenario son mucho tiempo en política.

Más que alimentar un debate, Ribó salió a la palestra para desactivar otro con varias derivadas: el de su posible sucesión, alimentado tanto por posibles rivales de otros partidos (y actuales socios de Gobierno) como por correligionarios de Compromís.

El nuevo papel de Sandra Gómez como líder socialista en el Consistorio tras la marcha de Joan Calabuig al Consell estuvo a punto de provocar una crisis del tripartito local por el reparto de áreas, que finalmente permaneció como estaba. Gómez, por su juventud, tiene una proyección prometedora, pero deberá contar primero con el beneplácito del PSPV, un partido tradicionalmente agitado y dividido en familias, mucho más si cabe en la ciudad de Valencia. Además, tiene importantes responsabilidades de gestión, por lo que hay quien considera una torpeza sus insinuaciones respecto a la candidatura de 2019.

Ribó cerró, de momento, el paso a Gómez, y también pospuso el debate en Compromís, una coalición de partidos (el regidor no pertenece a ninguno de ellos) en la que llegó a sonar el nombre de Pere Fuset como sucesor del alcalde. Dos años es mucho tiempo y una cosa son las intenciones y otra lo que pueda pasar cuando llegue el momento.