RAÚL R. VEGA. SUBDIRECTOR DE 20MINUTOS
OPINIÓN

Carta a Alberto Contador

Raúl Rodríguez.
Raúl Rodríguez.
JORGE PARÍS
Raúl Rodríguez.

Se marcha usted, don Alberto Contador, el gran 'revientasiestas'. Se retira, esta vez sí que sí, un ciclista diferente y que arrastra a su paso legiones enfrentadas: defensores y detractores, unos y otros con argumentos para amarle u odiarle. Coincidarán ambas facciones en que el ciclismo ya no será lo mismo y la opción de la cabezadita será ahora más real sin el de Pinto entre el pelotón. El panorama de 'animadores' es más bien escaso y, en cuanto Froome conecta el potenciómetro, los pocos rebeldes quedan sin causa por la que atacar. Y sin piernas. Toda esa ciencia, el nuevo ciclismo que lo llaman, no iba mucho con usted, que atendía más a razones de corazón y c... para decidir su camino cuesta arriba. En los últimos años, las 'contadinas' llegaban desde el lugar más insospechado, en el último kilómetro o a falta de cien; de fogueo o reales como el pasado sábado en el Angliru. No era de pensar, levantaba el culo del sillín y ¿bailas conmigo, bicicleta? Así logró desquiciar al mayor tramposo que hubo, Lance Armstrong, durante el año que vivieron peligrosamente juntos, y conquistar tres Vueltas, dos Tours y otro par de Giros. Siete grandes vueltas se lleva a casa. Siete y no nueve, como claman siempre sus pretorianos. Un Tour y otro Giro cayeron por el desfiladero del sucio dopaje, que le apartó del ciclismo durante dos años y le instaló para siempre bajo la sombra de la sospecha, del 'sí, pero...'. La UCI habló de positivo por clembuterol, los famosos 0,00000000005 gramos/ml; usted, que era cosa de un solomillo contaminado. El gremio de los carniceros se la guarda desde entonces y no fueron pocos los aliados que cambiaron de orilla. Regresó peleando cada kilómetro, con menos fuelle que antaño, y anteponiendo el medio al fin: primero dar espectáculo; luego, si es posible, ganar. No le fue mal en ambas tareas: 67 victorias como profesional dan fe del brillo de una carrera marcada a sangre sobre una carretera asturiana, allá por mayo de 2004: una brutal caída le llevó al suelo entre fuertes convulsiones que hicieron temer por su vida. Un cavernoma cerebral, una cicatriz que cruza su cabeza y dos placas de titanio quedaron como factura y punto de partida para una trayectoria en la que nadie podrá negarle su carisma y su visión del ciclismo como espectáculo. "Estaré más tranquilo sin Alberto en el pelotón", suspiró Froome hace unos días. No hay más que decir. Landa, Soler, De la Cruz, su turno.

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