Cuando alguien incumple una ley, recibe el correspondiente castigo. Cuando el infractor es una multinacional como Volkswagen, el Gobierno silba y mira para otro lado. Nos vendieron coches tramposos, pero les perdonamos. Que lo haga su país de origen, Alemania, no tiene disculpa, pero se metaboliza mejor. Que Bruselas tenga que recordar a España que debe sancionar nos recuerda nuestra situación de súbditos. O lacayos.
OPINIÓN09.12.2016 - 06:29h
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