CARLOS SANTOS. PERIODISTA
OPINIÓN

Lo de Catalunya tiene arreglo

Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.

Si alguien se entretuviera en escuchar -ni a mi peor enemigo deseo semejante prueba- todo lo que se ha dicho estos días en las tertulias de Madrid y Barcelona sobre el juicio del 9N solo podría llegar a una conclusión: el problema catalán no tiene arreglo. Hemos llegado a una situación en la que solo es posible el desgarro, el choque de trenes, la catástrofe. A similar conclusión llegaría quien dedicase unos días a repasar lo que se ha escrito y se ha dicho en medios de Madrid y Barcelona sobre el famoso 'procés': son planteamientos irreconciliables.

Pero no es verdad. Es un efecto óptico derivado de la carga emocional que suele acompañar esos comentarios, sobre todo cuando su autor es de los que solo se sienten felices cuando tiran del extremo de la cuerda, los que sustituyen la razón por el instinto, la inclinación personal y el impulso, o los que, simplemente, se ganan el sueldo con el grito.

De todos modos, me dirás, incluso entre los analistas que buscan puntos de encuentro y denominadores comunes hay siempre diferencias en sus análisis: desde Barcelona no se ven las cosas igual que desde Madrid.  Es verdad. Pero el hecho de que existan visiones, inclinaciones y sensibilidades diferentes ¿quiere decir que este problema no tiene solución? No. Quiere decir que hay que buscar la solución por otras vías. Hay que aparcar las emociones y aplicar la razón para compaginar el interés de cada cual con el interés común. Mira qué claro lo tienen los vascos. Mira qué claro lo tienen los países que se dan bofetadas para incorporarse a Europa convencidos de que, incluso en tiempos de brexit, más vale una mala unidad que una buena fragmentación.

¿Vamos con retraso? Desde luego. Aquellos a quienes pagamos un sueldo por representarnos tendrían que estar buscando esa solución desde el día que el Tribunal Constitucional echó para atrás un estatuto que había pasado por todas las cámaras representativas -Parlament, Congreso, Senado- y había sido sancionado en las urnas por los ciudadanos. De tamaño sindiós no podía venir nada bueno y la inmensa mayoría de los catalanes todavía están esperando una reparación, a gran escala.

¿Llegamos tarde? No. Nunca es tarde para defender el interés común y enhebrarlo con los intereses de cada cual, llevados incluso a su máxima expresión: la necesidad. España necesita a Catalunya, Catalunya necesita a España. Esa necesidad existe y está por encima de los intereses de los partidos que en estos años, por puro tacticismo, han hecho el desaguisado y por encima de quienes han hecho del enfrentamiento un negocio político o un modo de vida.

No entro ni salgo en el juicio de Artur Mas, aunque no me gusta ver a nadie en el banquillo por un acto político. Los catalanes recordarán su etapa como aquellos años en los que la sociedad se partió en dos y quedaron borradas del mapa todas las opciones políticas mayoritarias en la Europa del siglo XX, desde la democracia cristiana hasta la socialdemocracia. En las próximas elecciones, que según una opinión muy extendida serán después del fallido referéndum, y van dos, los catalanes elegirán entre los 'comunes' de Ada Colau y los independentistas de Junqueras, que tiene todas la papeletas para ser president de la Generalitat. ¿Continuará Junqueras por tiempo indefinido el juego referéndum-elecciones-referéndum-elecciones? No parece. Como dirigente de un partido de izquierdas, además de independentista, a corto plazo tendrá cosas más importantes que hacer.

Y una pregunta más, que seguro que alguien me hace, ojalá que con buen tono, en los comentarios a pie de página de este artículo: ¿Por qué pongo Catalunya en lugar de Cataluña? Porque el catalán es una lengua española y porque esa es la manera en la que escriben los catalanes el nombre de su tierra. En este asunto, que no admite soluciones fáciles, todo irá mejor el día que todos nos pongamos, como punto de partida, en el lugar del otro.

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