Pablo Iglesias se flageló ayer tras comprobar que los nacionalistas vascos y catalanes preferían refozar a PP y Ciudadanos antes que apoyar una mayoría de progreso alternativa en la Mesa del parlamento. El líder de Podemos pecó de neófito y no logró ver que las derechas española, catalana y vasca son viejas compañeras de faena. Enrocado en su discurso del cambio, perdió la oportunidad de tejer alianzas sin importar de dónde vinieran los votos. Cegado por su pelea con el PSOE, se empeñó en presentar a su propio candidato a presidente de la Cámara –Xavier Domèmech– sin caer en que estaba dividiendo, una vez más, el voto de la izquierda. A la política hay que venir llorado de casa. Si otro es mejor que tú sumando apoyos, es que tú eres peor. Podemos aprendió la lección tras el 26-J y admitió que tiene que hacerse mayor. Ahora, además, tiene que aprender parlamentarismo.
OPINIÓN20.07.2016 - 07:40h
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