Luis García Berlanga: se marcha el gracioso retratista de la triste España

Desde hace unos años, apenas se sabía nada de él. Mejor dicho: se sabía de su presencia en la sombra en la organización y concepción de diversos festivales, de su padrinazgo en algunas actividades benéficas, de su protagonismo en algún documental erigido a su gloriosa figura. Pero a Berlanga no se le veía: permanecía oculto, reducido a una silla de ruedas, víctima de la enfermedad. "Berlanga está muy mayor", decían sus allegados cuando se le intentaba entrevistar para recordar su gloriosa carrera.

Motivos para entrevistarle, desde luego, sobraban. Luis García Berlanga, nacido en Valencia el 12 de junio de 1921, fue, junto a Luis Buñuel, el gran director de la historia del cine clásico español. Luego vendrían Erice, Almodóvar, Medem y otros grandes directores, pero durante muchos años, décadas, Berlanga y Buñuel fueron las grandes patas sobre las que se asentó el celuloide patrio.

Guante de terciopelo y humor

Si Buñuel era la ira, el surrealismo, la violencia, Berlanga fue la sonrisa irónica, la crítica inteligente, el puño de acero enfundado en un guante de terciopelo y humor. En una era, el Franquismo, en la que cualquier insulto al poder era reprimido con amargura y dureza, las películas de Berlanga eran dinamita contra el sistema, aunque una dinamita tan divertida y amable que ni los propios hombres grises del Régimen podían reprimir la sonrisa.

Ayudado por los excelsos guiones de Rafael Azcona y apoyado por las inolvidables interpretaciones de genios como José Luis López Vázquez, Pepe Isbert o Manuel Alexandre, el primer Berlanga plasmó en tono de sainete y blanco negro las desgracias de un país lastrado por el subdesarrollo y la pobreza posbélica, pero al que las ganas de reir y los sueños permitían soñar con el vuelo. Después, con una nueva generación de actores como Sacristán o Landa, Berlanga reflexionaría sobre la nueva España, sobre los primeros pasos de un balbuceante país que, antes de aprender a andar, debía saber quitarse unos pañales cargados de dictadura y complejos.

Amor por los perdedores

Berlanga acaba de morir pero, claro, nos deja una incomparable obra. Una filmografía que abarca la segunda mitad del s. XX, repleta de películas magistrales, de carcajadas y, por qué no, de algún llanto. Sus retratos de perdedores siempre estuvieron pintados con bonhomía, generosidad y ternura. Cuando criticó a los de arriba también supo hacerlo con elegancia: desnudándoles de sus armaduras y tratando, una vez desnudos, de entenderles como humanos. Erotómano reconocido, cineasta reconocido en medio mundo y cabeza de una familia de artistas, el cuerpo de Berlanga ya llevaba unos años alejado de nosotros, pero su presencia cinematográfica, espiritual y ética nos acompañará, esperamos, durante muchísimo tiempo.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento