'1984', 'Deuda de honor', 'Futility' y otras novelas proféticas

  • Sus tramas imaginarias se hicieron realidad, por casualidad o no.
  • Aquellos que las escribieron han sido considerados profetas.
  • Tal vez sólo eran buenos observadores del presente.
El siempre vigilante Gran Hermano, creado por George Orwell en '1984'.
El siempre vigilante Gran Hermano, creado por George Orwell en '1984'.
20MINUTOS.ES
El siempre vigilante Gran Hermano, creado por George Orwell en '1984'.
"Accionó la palanca y aceleró para pasar de la velocidad de aproximación a la de 300 km/h. Ya veía su blanco. (...) El 747 se desvió hacia la izquierda. Los cuatro motores funcionaban a su máxima potencia. Los dos oficiales se miraron, conscientes de lo que iba a ocurrir y también de que nada podían hacer. No les quedó sino ver impotentes el desarrollo del drama cuyo desenlace adivinaban. (...) Millones de telespectadores nunca olvidarían aquellas imágenes. (...) Las casi trescientas toneladas que pesaba el avión con el combustible se estrellaron en el lado este del edificio a 540 km/h. El aparato se desintegró al colisionar". Este fragmento pertenece al best seller Deuda de honor, de Tom Clancy, publicado en 1994.

Inevitablemente, el 11 de septiembre de 2001 muchos se acordaron de sus pasajes. En la novela, el avión se estrellaba en el Capitolio de Washington, que presuntamente era el objetivo del vuelo 93 que se estrelló en Pensilvania el 11-S. ¿Dio la idea a los terroristas o fue un paralelismo incidental? De cualquier manera, Clancy no  pudo imaginar el alcance real de lo ocurrido, ni sus promotores: 'sus' terroristas no eran musulmanes, sino japoneses.

Un futuro muy presente

"El Gran Hermano te vigila". Ojos que te siguen las 24 horas del día, saben adónde vas, con quién, qué haces, qué compras y hasta qué piensas. Las palabras se comprimen en un nuevo lenguaje y el Gobierno hace del eufemismo un arte: habla de paz cuando quiere decir guerra, de la verdad cuando se manipula la realidad. El pasado se borra y se reescribe a conveniencia...

Aunque esta descripción  resulte cotidiana, se trata de la sociedad planteada por George Orwell en su novela 1984, publicada en 1949.

El gran visionario

Si su proyección del futuro fue tan acertada, sin duda se debió a un profundo conocimiento del presente. Tal fue el caso de Julio Verne,apasionado de la ciencia y un auténtico visionario. En sus novelas vaticinó la televisión, el submarino, el telefax, la bomba atómica, los dirigibles, las escafandras, los helicópteros, los automóviles de motor de gasolina e incluso Internet.

Muchas de estas visiones aparecen en su libro París, siglo XX, escrita en 1863 y publicada después de su muerte porque fue calificada por su editor como de "periodismo barato". Pero, sin duda, De la Tierra a la Luna es su obra más profética. Escrita en 1864, planteaba el primer viaje al satélite con un cañón gigante que disparaba una bala llamada Columbiad. Curiosamente su composición y sus dimensiones coinciden prácticamente con las del módulo del Apolo XI, bautizado Columbia, que aterrizó en la Luna en 1969.

En la obra de Verne, el viaje se realizó a 40.000 km/h en un trayecto en 97 horas. En la realidad, el Apolo XI viajó a 38.500 km/h en una misión de 102 horas. En ambos casos, el lanzamiento tuvo lugar en Cabo Cañaveral, observado por un telescopio desde las montañas Rocosas. Su tripulación constaba de tres hombres y cayeron en la misma zona del Pacífico, a sólo cuatro millas de diferencia.

Una tragedia anunciada

Aún más enigmática resulta la obra Futility (Vanidad), escrita en 1897 por Morgan Robertson. Narraba el hundimiento en el Atlántico de un gigantesco buque llamado Titán –con 2.500 pasajeros a bordo– durante una noche de abril tras chocar contra un iceberg.

Catorce años después (1912), el lujoso Titanic se hundía una noche de abril en el Atlántico con 2.207 pasajeros al chocar con un iceberg. Las coincidencias no terminan ahí. Ambos  barcos eran prácticamente idénticos en dimensiones (Titán: 70.000 t, 240 m de longitud, 275 de eslora y 40.000 caballos de potencia, y el Titanic: 66.000 t, 268 m de longitud, 300 de eslora y 45.000 caballos de potencia) y coincidían en número de hélices (3) y velocidad máxima (25 nudos).

El primero iba de Nueva York a Inglaterra, el segundo de Inglaterra a Nueva York. El Titán se hundió a 400 millas de Terranova y el Titanic a 600 millas de Terranova. Los dos eran considerados insumergibles y ninguno llevaba suficientes  botes salvavidas (24 y 20, respectivamente). Difieren en un dato fundamental: en la novela hubo 13 supervivientes, en la realidad, 705.

Tras la catástrofe del Titanic, la obra se subtituló The Wreck of the Titan (El naufragio del Titán).

Algunos justifican las notables coincidencias con el hecho de que Robertson probablemente estaba al tanto del proyecto Gigantic, hermano gemelo del Titanic que finalmente no fue construido. El resto lo atribuyen a la lógica.

El misterioso ojo de Japeto

Las lunas de Saturno eran puntos de luz en los telescopios en 1968, cuando Arthur C. Clarke escribió 2001, Odisea en el Espacio. En ella,  describía en Japeto "un brillante óvalo blanco sobre un fondo oscuro (...), un inmenso ojo vacío en cuyo centro exacto había una tenue mota negra" (el monolito).

Cuando la Voyager 1 transmitió las primeras fotografías de Japeto (1980), éstas revelaron la existencia de un enorme óvalo blanco de bordes definidos con un punto negro en el centro. Carl Sagan envió al escritor la fotografía con la nota "pensando en ti…".

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