Se les conoce por su trabajo en cine y televisión, pero en el teatro Blanca Portillo y Asier Etxeandía sobresalen por su perfección y su fuerza interpretativa. La obra en que comparten protagonismo, Barroco, se despide este sábado del madrileño teatro Fernán Gómez. En octubre, la pieza de Tomaz Pandur sobre Las amistades peligrosas de C. de Laclos y El cuarteto de H. Müller se representará en Valencia y Valladolid. Preguntamos sobre el montaje a Blanca Portillo.

¿Qué le llevó a aceptar este papel en Barroco?

Principalmente, el director. Había visto Infierno en el María Guerrero y me fascinó el montaje de Tomaz. Cuando me llamó no lo dudé, me interesa su forma de trabajar y su concepto del Teatro. Luego, el hecho de contar la historia de la Marquesa y el Vizconde vino a contribuir a la decisión definitiva. No me lo podía perder.

¿Qué faceta de la condesa de Merteuil prefiere, la vulnerable o la dominante?

La Marquesa es lo que es gracias a todas esas facetas. No puede prescindir de ninguna. Y yo la quiero tal cual es, con su lado oscuro y su lado luminoso.

¿Tiene algún pasaje o escena favoritos?

He de decir sinceramente que o podría elegir una parte de la función. Quizá porque el propio espectáculo está concebido como un todo y no como la unión de unas partes. Me fascina el espectáculo, cada fragmento, cada minuto. Es un viaje emocional intenso que te arrastra de forma irresistible.

¿Recuerda alguna función tras la cual se bajase del escenario con un especialmente buen sabor de boca?

Recuerdo el estreno en Lubliana, Eslovenia, el pasado 1 de septiembre. Es la ciudad de Tomaz, en un país muy diferente a España y la respuesta del público fue abrumadora. Tuvimos la sensación de que finalmente el teatro rompe fronteras y que cuando lo que cuentas en el escenario es hermoso y es verdad, llega a cualquier público. Fue tremendamene emocionante.

¿Están, como se ha dicho, los mejores (intérpretes, director, escenógrafos, iluminador, coreógrafo...) reunidos en Barroco?

No sé si es el mejor equipo, pero desde luego es un equipo que se entiende, que "juega" unido, que busca lo mismo y que vive el teatro desde el mismo lugar. Cada una de las personas que han intervenido en la creación de Barroco son absolutamente imprescindibles. Eso seguro.

¿Le resultó fácil interiorizar los movimientos ideados por Nacho Duato, coreógrafo del montaje?

Trabajar la coreografía con Nacho fue emocionante y tremendamente divertido. Él ama el teatro y entendió perfectamente que no estaba trabajando con bailarines sino con actores. Cada movimiento tenía un porqué y un para qué. Es un hombre de una extraordinaria sensibilidad y nos ayudó mucho.

¿Qué le aporta la dirección de Tomaz Pandur?

Es, sobre todo, su visión del teatro lo que me hace sentir que crezco. Busca la verdad, tu interior, todo cuanto llevas como posible material para aportar a la historia. Cree en el actor como gran creador y te propone una investigación en ti mismo como pocas personas que conozco.

¿Se avecina otro gran cambio comparable a la Revolución Francesa o la caída del Muro de Berlín? ¿Es Tomaz Pandur un visionario?

Creo que vivimos un mundo convulso, donde todo va muy deprisa. Tomaz es consciente de eso y creo que hace un teatro de su tiempo, incluso con la mirada puesta en el futuro. Por eso creo que utiliza todos los elementos artísticos a su alcance para ponerlos sobre el escenario. Es un creador de hoy con los ojos puestos en el mañana.

No ha escatimado usted en piropos para Asier Etxeandía...

Es un actor maravilloso y ha sido tremendamente fructífero trabajar con él. Hemos crecido juntos en este viaje y, junto con Chema León, hemos ido superando los obstáculos que iban apareciendo. Yo no habría podido hacer mi trabajo sin él.

Se ha dicho que sin el personaje de Barroco la historia no existiría. ¿Qué necesita usted para existir?

Creo que realmente necesitamos muchas menos cosas de las que creemos. En cualquier caso, lo que da sentido a mi vida es lo que tengo: mi familia, mis amigos y mi profesión. Eso hace que todo valga la pena.