Nacido en Albacete en 1947, José Luis Cuerda es uno de los nombres más importantes del cine español. Director de películas como

El bosque animado o

Amanece que no es poco, es además el productor de las tres primeras películas de Alejandro Amenábar. Ahora Cuerda está de moda tras conocerse ayer que

Los girasoles ciegos, su última realización, es una de

las tres precandidatas a representar a España en los Oscar.

Creo que, como el resto de directores, esperaba nervioso ser uno de los elegidos. Tenía muchas ganas, porque quiero que

Los girasoles ciegos sea muy vista. Es una película muy especial, tanto por razones sentimentales (pienso en el autor del libro,

Alberto Méndez, o en

Rafael Azcona) como porque la rodé con una libertad interna excepcional, y los actores realizaron un trabajo espléndido.

Creo que el Oscar va un poco más allá, aunque no sé cuantificar estas cosas. No sé distinguir sobre qué premio es mejor, como tampoco soy capaz de quedarme con sólo una película cuando hay varias buenas.

La de

Gracia Querejeta,

Siete mesas (de billar francés), sí, y me parece una película estupenda. Estoy muy honrado de poder compartir este honor con ella, porque es alguien a quien adoro. La de

Garci,

Sed de mayo, no la he visto, porque todavía no está en los cines. Como de costumbre, él mandó vídeos de la película a los académicos, aunque a mí no me ha llegado.

Acabo de estar en el

Festival de Toronto, donde se ha proyectado la película, y las reacciones del público canadiense han sido las mismas que vi en España. Allí, en Madrid o en Orense la gente se emociona por las mismas cosas. Creo que la película habla de un mínimo común denominador humano: la pasión, los sentimientos, la pertenencia a unas ideas y la obligación de esconderlas. Creo que, si finalmente mi película es la elegida, los académicos estadounidenses sabrán interpretarla a la perfección.

Gira sobre el conflicto vivido en una situación represiva, en la que hay que esconder los sentimientos, la sexualidad, las ideas, perdiéndose así la libertad y la dignidad. Es una película llena de dramatismo, pero en la que, como pasa en las desgracias, a veces se cuela el humor. La gente que la ve se identifica con los personajes, angustiándose o riéndose según sucedan las cosas.

No, porque tengo muchísimas cosas que hacer. Pero, durante este tiempo, espero que se hable de las tres películas en los medios de comunicación, y sea para bien.

Cuando dirijo no veo muchas películas, porque prefiero desconectar del cine ajeno. Pero, haciendo un balance general, creo que con que hubiese una muy buena película española al año, dos o tres buenas, cuatro regulares y el resto malas, estaríamos estadísticamente igual que los demás países del mundo. ¿Cómo puede decirse que el estadounidense es mejor, cuando hacen mil quinientas películas y nosotros sólo cien?

Sí, apoyado en

Maribel Verdú y

Alejandro Amenábar, que pese a ser tan jóvenes tienen mucha más experiencia que yo en estas cosas... No, en serio: todavía no he tenido tiempo para tontear fantaseando con estas cosas.