Sí, ¡suenan a Pink Floyd!


  • La banda más internacional que les rinde tributo, Australian Pink Floyd, emula el espectáculo adiovisual de los británicos en directo.
  • Pasaron por Madrid, Barcelona y Castellón.
  • El grupo de las antípodas repasa los grandes clásicos de Waters, Gilmour, Mason y Wright con un gran despliegue tecnológico.

Aunque haberlas, haylas, como las meigas, no es frecuente encontrar una banda tributo que saque los beneficios suficientes en sus conciertos como para embarcarse en una gira mundial. Este es el caso, sin embargo, del conjunto que nos ocupa. Y es que los Aussie, nombre con el que también son conocidos los miembros de Australian Pink Floyd, no escatiman precisamente en recursos.

Se trata de un grupo que ha dejado boquiabierto al mismísimo David Gilmour, que después de verles en directo ha contado con ellos en varias ocasiones para distintas actuaciones.

Y no es para menos, puesto que el directo que presentan es, sencillamente, espléndido. Una vez remontada la frialdad inicial que puede presentar todo Palacio de Congresos -en este caso el de Madrid-, los Aussie se ganaron a 'pulse' a un público muy exigente. Y es que Pink Floyd no es cualquier grupo; es un cúmulo de sensaciones que difícilmente se pueden describir con palabras.

Lo cierto es que tanto en la ejecución de cada uno de los temas como en el montaje audiovisual -más la luminotecnia y el sonido en sí (sin cuadrafónico) que los vídeos que proyectan- Australian Pink Floyd, como los originales, cuidan con mimo cada detalle.

Además, los instrumentos y las voces se asemejan mucho a las de la banda británica, sobre todo la de David Gilmour, casi 'clavada'. La de Waters, pese a sus similitudes, queda un poco limitada en los registros altos, aunque saben resolverlo con el apoyo de tres coristas de lujo que también interpretan a la perfección canciones tan complicadas como The Great Gig in the Sky.

Así, In The Flesh, Money, Hey You, Shine on your Crazy Diamond, Confortably Numb, Wish you Were Here, One of These Days..., y muchas otras que es mejor no destripar para el que no haya visto aún el espectáculo, componen más de dos horas -in crescendo- que hacen del show australiano un auténtico disfrute para cualquier amante de la música floydiana.

Y no sólo exigente, también agradecido, el público acaba 'partiéndose las manos' y en pie, convirtiendo el frío recinto inicial en una olla a presión.

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