El cambio climático, unido a la globalización, la mejora de las comunicaciones y el turismo está trayendo a los países occidentales nuevas enfermedades de difícil control.

La organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha alertado a la comunidad internacional sobre el aumento de enfermedades tropicales en Europa, Estados Unidos y Australia, solicitando medidas eficaces para detener el fenómeno.

El ejemplo más claro de esta nueva amenaza es el avance imparable del virus sudafricano de la lengua azul, el terror de los herbívoros. 30.000 focos han sido detectados en explotaciones ganaderas europeas en los últimos tres meses, incluso en el otrora gélido Reino Unido. En España han muerto ya más de 84.000 ovejas, la enfermedad se extiende igual por Andalucía que por el País Vasco, y sólo en Córdoba hay 10.000 cabezas afectadas. Los ganaderos, agobiados por el aumento del precio de los piensos, se tiran de los pelos. Los buitres se relamen el pico.

“Nunca contamos con que el virus de la lengua azul pudiera llegar a países europeos situados a latitudes tan altas”, ha señalado el experto en Sanidad Animal de la FAO Stéphane de la Rocque. Pero ha llegado, y de manera tan generalizada como alarmante.

El problema de las nuevas enfermedades no afecta tan sólo al ganado o a los cultivos. Los mosquitos también transmiten graves patologías tropicales a los humanos. Y con el aumento generalizado de las temperaturas en todo el planeta sus zonas de influencia son cada día mayores. Sin barreras climáticas que lo impidan avanzan imparables hacia el norte. Por su culpa la fiebre amarilla, el dengue, el virus del Nilo y el chikungunya han llegado ya a países europeos templados donde nunca antes se habían detectado y acabarán convirtiéndose en un grave problema de salud pública. Las autoridades sanitarias mundiales piden incrementar los controles, pero resulta complicado. El frío era nuestro mejor desinfectante y lo estamos perdiendo.