Desde el mismo día en el que se produjeron los atentados de Madrid, la fiscal Olga Sánchez no ha dejado de investigarlos. Y desde poco después de ese instante, ha tenido que soportar "el ataque virulento" que, según su testimonio, lanzaron contra ella y contra otras instituciones del Estado que trabajaban en el caso, ciertos medios de comunicación.
Únicamente fue al final del juicio cuando la magistrada tuvo ocasión de hablar. Y aprovechó para arremeter contra esos periodistas que "pudieron aprobar la carrera, pero que no tienen la altura y grandeza de una profesión tan importante".
La fiscal defiende la honestidad de su labor, cuyo "único fin era conocer la verdad judicial", frente a la actitud de esos "plumillas de estómago agradecido" a quienes acusa de hablar, opinar y cuestionar datos que desconocen con una "ligereza preocupante".
"Ha sido algo absolutamente repugnante, nauseabundo y mezquino", escribe en uno de sus párrafos Sánchez, que también señala con el dedo el comportamiento discutible de "representantes de la soberanía popular (...) elegidos democráticamente en las urnas".
Sin embargo, concluye su escrito con un mensaje sereno: "El tiempo pone a cada uno en su sitio". Eso es, a su entender, lo que ha hecho la sentencia del 11-M.
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