Tenemos en la retina esos elementos, casi siempre rojos, que sirven para mantener a flote el cuerpo de una persona y la cabeza por encima de la superficie del agua. Los chalecos salvavidas —regulados en España por disposiciones sobre seguridad en el trabajo [PDF]— aparecen una vez y otra en las noticias desde que se inició, hace ya años, la inmigración masiva de personas que buscan refugio y asilo en la UE. Casi siempre son parte del decorado de la llegada de embarcaciones cargadas de miedo. A veces, pese a que son los adecuados, no evitan las tragedias.

Este año finalizará con casi 4.000 inmigrantes muertos por ahogamiento en el Mediterráneo, según las cuentas tétricas oficiales. Son una muy pequeña porción de los 60 millones de personas que han sido desplazadas en el mundo, según Naciones Unidas, la cifra más alta de la historia de la humanidad de expulsados por miedo, ansiedad, búsqueda de seguridad y futuro...

Con o sin chalecos, se trata de personas a las que muy pocas veces ponemos nombre o rostro. De sus historias sólo sabemos la desesperación y el estigma — refugiados, distintos, instrumentos para guerras sucias ideológicas o, aún peor, objetivo de descarada xenofobia racista—.

El Proyecto Chaleco Salvavidas —el hashtag para colaborar mediante la simple difusión de la idea en las redes sociales es #projectlifejacket— permite escuchar, identificar y ver a nueve inmigrantes que llegaron sanos y salvo a destino tras escapar de la atrocidad de la guerra sin cuartel de Siria. Los promotores, la ONG suiza The Voice of Thousands y otras organizaciones colaboradoras, han encontrado una forma atractiva para añadir plasticidad a sus historias: dibujarlas en la parte trasera de los chalecos que usaron cada uno de ellos cuando, finalmente, pisaron la costa de la UE.

"Esos mismos chalecos salvavidas se han convertido en el símbolo de los refugiados sin nombre", explican los promotores de la iniciativa. "Nuestro proyecto intenta catapultar la crisis de los refugiados a las agendas de los políticos, los medios de comunicación y el público europeos".

Se trata de no olvidar que los chalecos son una prolongación de "seres humanos que son estigmatizados por una sola palabra: refugiados, a menudo asociada con comportamientos criminales, violencia y pobreza, olvidando con demasiado prisa que estas personas llevaban una vida normal antes de que tuvieran que huir".

Un equipo de nueve voluntarios de la ONG se desplazó a al campo de tránsito de refugiados de Salónica (Grecia). Sorteando las dificultades de la prohibición de grabar y el exceso de celo, cercano a la violencia, de los soldados que se encargan de la vigilancia, lograron rodar un minidocumental y recoger la información sobre los nueve protagonistas de las historias que difunde el proyecto.

Los dibujos en la espalda de los chalecos, con estilo de ilustración de cómic y sólo con trazos negros, dan testimonio de las vidas y recuerdos previos a la guerra, antes, como dicen los responsables del proyecto, "de que tuvieran que ponerse un chaleco salvavidas y convertirse en refugiados" en peligro.

La iniciativa pretende ser "reflexiva" y "proporcionar oportunidades para apoyar de manera significativa y con impacto directo" a los inmigrantes, dice el impulsor del Proyecto Chaleco Salvavidas, Michael Grossenbacher.

Los nueve protagonistas, cuyas historias pueden leerse y escucharse en la web interactiva lanzada para dar visibilidad a la acción son Farooq (que salió de la ciudad de Al Sayik, 39 años), Abdel Azeez (Homs, 21),  Ahmad (Alepo, 52), Abeer (Daraa, 25), Esmail (Deir ez-Zor, 47), Ghalia (48, Alepo), Ismael (36, Al Raqa), Mohammed (21, Alepo) y Abdel Kareem (Harran Al -Awamid, 22). Siete hombres y dos mujeres a quienes podemos conocer gracias a los chalecos salvavidas con los que llegaron, a veces como única posesión, a las costas de Europa.