A millones de personas en España les sobra el tendero

  • Las plataformas de intercambio y venta de productos de segunda mano están en auge y hasta Facebook acaba de lanzar su propia app: Marketplace
  • El sector explica el auge de apps como Wallapop, Chicfy o Vibbo en la "inmediatez", la "sencillez" y el avance en la tecnología de los smartphones.
  • Algunos usuarios pueden llegar a ganar hasta 6.000 euros al mes vendiendo sus productos en sus plataformas.
  • "España todavía no tiene techo en este sector", dice Laura Muñoz, cofundadora de Chicfy, un mercadillo de ropa de chicas con un millón de usuarias.
  • BLOG: 'La aventura de vender ropa usada', por Mara Mariño.
Una mujer realiza compras mientras habla por el teléfono
Una mujer realiza compras mientras habla por el teléfono
GTRES
Una mujer realiza compras mientras habla por el teléfono

La crisis de la última década llevó a los españoles a aceptar cualquier trabajo, a intentar ingresar lo que fuese y a deshacerse de sus posesiones menos valiosas para sacar dinero. Afloraron las tiendas físicas de segunda mano. Las casas de empeños vivieron igualmente su época dorada. Pero la revolución no solo fue física. También encontró un canal digital.

Hace cuatro años, en el peor momento de la crisis, surgieron las primeras apps que borraron del paisaje al tendero tradicional. Nos acostumbramos a escuchar nombres como Wallapop. Como eBay. Los ciudadanos empezaron a prescindir del tendero y hasta de salir a calle. Con dos clicks en un móvil y una cámara, un usuario empaquetaba lo que ya no usaba— ese regalo sin estrenar, ese vestido aún con etiqueta— y lo vendía directamente a otro sin pasar por tienda. Más barato, por supuesto. Así ganaba el vendedor, necesitado de dinero; y el comprador, que hallaba una ganga.

La novedad de entonces, se ha convertido en costumbre. Raro es el menor de 25 años que no haya usado alguna vez alguna de estas plataformas de consumo colaborativo o "redes sociales de trading por geolocalizacion", que es como las llaman los expertos. Hasta Facebook se ha dado cuenta del gancho comercial que suponen los millennials y acaba de lanzar Marketplace, una app de la misma onda que aún no ha llegado a España.

"El éxito ha residido en dos factores: la inmediatez y la sencillez", explica a 20minutos Jessica Amador, portavoz de Wallapop. "Subir un producto a la app o comprarlo no lleva ni diez minutos. Y encima lo hacemos con el móvil, una herramienta que llevamos encima día a día", aseguran desde esta empresa con más de 30 millones de usuarios entre los que hay jóvenes vendiendo videojuegos, madres deshaciéndose de productos de bebé y hasta gente que vende su casa o lo que le sobra tras una mudanza.

Amador recuerda que muy poca gente usaba las webs de segunda mano antes de 2013 a pesar de que los expertos calculan que cada hogar guarda de media 2.000 euros en productos que no usan. Laura Muñoz, cofundadora de la app de compras de moda femenina Chicfy, tiene la misma percepción. "Nos costó un montón superar la barrera de comprar ropa de segunda mano porque en España estaba mal visto hace tres años. Por eso creemos que España todavía no tiene techo en este sector".

Pero todo ha cambiado con los avances tecnológicos de los smartphones. Según la primera ola del barómetro Ulises el 36,9% de los españoles compró algo en el último año con su móvil, un porcentaje que se eleva más allá del 50% en los menores de 44 años. "Antes nos apegábamos a lo que no necesitábamos, pero hemos descubierto otra forma de consumir: si sabemos que alguien es feliz adquiriendo algo nuestro, preferimos venderlas ganar dinero y así compartir esa felicidad", añade Muñoz.

La desconfianza, una barrera 'generacional' del sector

El ahorro, por supuesto, está en el centro de todo. Chicfy calcula que su millón de usuarias han ahorrado unos 80 millones de euros sobre el precio inicial por adquirir las prendas sin intermediarios. "Y luego está la parte emocional, el enganche de hablar con la comunidad", añade Laura Muñoz, cofundadora de esta start up malagueña que destaca los dos millones de conversaciones establecidas en su plataforma.

¿Qué podría fallar entonces en un sector que ofrece inmediatez, sencillez, ahorro y buen rollo comunitario? Dos factores ejercen de contrapeso en ese mercado: la confianza en el interlocutor y las dudas sobre la calidad del producto comprado. No tanto para los millennials, más confiados en sus relaciones comerciales por Internet con desconocidos. Pero sí en generaciones anteriores. Según Ulises, el 25,9% de usuarios entre 18 y 24 años dice haber comprado en webs como Wallapop, frente a solo el 13,8% de la población general.

Las apps de compra interpersonal intentan solucionar esta aprehensión interponiendo como juez a sus comunidad de usuarios. Igual que nadie se metería en el coche de una persona mal valorada en Bla Bla Car, ni pasaría la noche en casa de un calificado como "desequilibrado" en AirBnB, nadie comprará en estas plataformas a quien tenga una crítica mala de la comunidad por vender productos defectuosos o engañar al resto de usuarios.

Venta directa por app (DIEGO MIR)"Nuestras usuarias reportan incidencias si ven algo raro, pero no suele ocurrir en Chicfy porque aquí las chicas luchan por tener una buena valoración, no se la juegan enviando prendas falsas o en mal estado", comenta Laura Muñoz. Lo mismo ocurre en Wallapop, que tiene un catálogo más amplio y por lo tanto más proclive a que se cuelen objetos de venta prohibida, como animales o medicamentos. "Es la comunidad la que denuncia los productos que no deben ser vendidos, a nadie le gusta encontrar cosas desagradables al navegar por la app", añade Jessica Amador.

Y es que tener una buena valoración permite al vendedor seguir vendiendo y atraer más compras. La start-up malagueña Chicfy da barra libre a vender toda la ropa que se quiera, hasta el punto de que algunas usuarias tienen hasta 500 prendas en su escaparate digital y otras llegar a ganar 6.000 euros al mes. "La gente es libre en Wallapop de vender todos los productos que quieran, algunos sacan hasta 800 euros cada mes", dice Amador. De algún modo, ironiza Laura Muñoz, son plataformas que "generan empleo". O al menos, aportan ingresos por prescindir de lo prescindible.

Además de la desconfianza ante la transacción digital, los consumidores también ven sombra de seguridad. Porque si bien Chicfy no requiere contacto físico entre partes —la venta se produce a través de Correos o mensajero privado— el resto de plataformas sí desemboca en una entrega en persona. Y en ocasiones, el vendedor o el producto no es lo que uno espera. Y algunos aprovechan para entablar una conversación o, directamente, para ligar.

"Es cierto que nos han reportado casos de chicos molestos, o que aprovechan las entregas para pedir el número de teléfono a una chica", cuentan desde Wallapop, aunque explican que nunca desembocan en casos de violencia o robo. La mayor parte de los incidentes de su plataforma tiene que ver con subidas de precio de última hora o transacciones que no llegan después de entregar el producto. "Aquí no tenemos problemas de acoso porque todos los usuarios son chicas", dicen por su parte en Chicfy; "solo tenemos incidencias de calidad del pedido".

El reto de obtener beneficios

Como cualquier start-up, el reto es la obtención de beneficios. Wallapop no ha tenido ingresos desde el comienzo de su actividad y según explica a este medio "el reto ahora es la monetización", es decir, convertir sus millones de usuarios en ingresos. En mayo lanzaron una opción de pago que permite priorizar los productos en la plataforma. Sus cifras de facturación son desconocidas, pero la compañía afirma que su modelo de negocio y financiación "no es muy distinto al que usaron en su días Instagram o Twitter".

Chicfy sí carga un 20% de margen en cada operación, pero tampoco desvela su facturación ni sus ingresos anuales que genera una esta empresa con 26 empleados y con una posible expansión internacional en mente. "De momento queremos crecer y que conozcan. De ahí nuestra campaña publicitaria. Teníamos muchos usuarios, tres años de vida, un producto de calidad, pero apenas nos conocía nadie", dice Muñoz sobre su anuncio Chic para mí.

Los principales actores del sector en España

  • Chicfy. Nació hace tres años y su aplicación acumula desde entonces un millón de descargas. Sus usuarios son principalmente mujeres que usan la app para comprar y vender moda femenina. Su aspecto es muy parecido a Pinterest y allí se suben 20.000 productos al día, se procesa una venta cada seis segundos y en su 'armario digital' reposan 5,6 millones de prendas. Cobra una comisión del 20% en cada transacción y solo permite el contacto entre usuarias a través de los comentarios debajo de cada producto. Acaban de lanzar Pequefy para ropa de niños, con la misma filosofía.
  • Wallapop. Es la líder del sector con más 30 millones de usuarios -20 millones en España—, 55 millones de productos a la venta y 70.000  transacciones diarias. Nació en 2013 en el seno de una incubadora catalana de start ups y emplea ya un centenar de empleados en su sede de Barcelona. Aún factura poco porque (a diferencia de Chicfy) no se llevan un porcentaje de la venta, pero lanzó en mayo un servicio de visibilidad premium con un precio variable en función de la cuantía de la venta. Además, estudian ahora cobrar por pagar con el móvil y evitar así llevar dinero encima en el momento de la transacción. Está presente en Estados Unidos desde hace seis meses a través de LetGo, un competidor más fuerte en el mercado norteamericano.
  • YuMe. Nació en 2014 como app de intercambio de compra y venta de objetos de segunda mano, pero se diferencia del resto en la opción de privacidad —tiene una capa social que permite filtrar si quieres vender en abierto o solo a tus amigos— y en que permite también regalar los objetos que ya no quieres e incluso pedirlos por si alguien los tuviera.
  • Vibbo. Su nombre es nuevo, pero no es más que la adaptación a los nuevos tiempos y de un cambio de nombre de la veterana Segundamano. Tiene 11 millones de usuarios, más que ninguna otra app del sector. Y en sus páginas se encuentran ofertas de productos usados de bajo precio, hasta casas y coches de segunda mano.
  • Trastillo. Es la pionera en España. Nació hace casi cuatro años de la mano de José María de Juan, un ingeniero informático que al principio sólo quería poner en venta sus gadgets usado. Ahora se ha convertido en una red social de compraventa y cambio de diversos producto, desde despieces de coches por 650 euros a sillitas de comer de niño por 50 euros.
  • eBay. El más veterano. La web estadounidense, presente en una decena de países y con 164 millones de compradores activos, no solo permite pujar por los productos en venta sino también adquirirlos directamente al vendedor a través de la opción Cómpralo Ya, que puede ser tanto un particular como un profesional.
  • Otras: Depop, LetGo, Obsso, OfferUp, Percentil, Abretucloset...
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