Dadá, la primera vanguardia que incorporó lo africano al arte

  • Una exposición en Berlín reúne 120 obras dadaístas con referencias a la cultura y la etnografía de África, Oceanía y Asia como alternativas 'no europeas'.
  • La radical y desvergonzada vanguardia que este año cumple un siglo sentía atracción por lo étnico, sobre todo las máscaras y otros objetos rituales.
  • La muestra contiene 'collages', ensamblajes, esculturas, fotos y documentación de Arp, Grosz, Höch, Heartfield, Hausmann, Ray, Richter, Tzara...
'Collage' de Hannah Höch con una máscara africana
'Collage' de Hannah Höch con una máscara africana
Museum für Kunst und Gewerbe, Hamburg, © VG BILD-KUNST Bonn, 2016
'Collage' de Hannah Höch con una máscara africana

"África, este nuevo mundo que ahora despierta, va a ser, sin duda alguna, el mundo del futuro". Tristan Tzara, fundador del dadaísmo, la radical vanguardia anarquizante que este año cumple un siglo, como casi todos sus compañeros de parranda, desvergüenza, destrucción de los cánones artísticos y burla de las escuelas regladas y los movimientos pomposos, estaba convencido de que el nuevo lenguaje creativo, si es que existía la posibilidad de generar alguno, habría de nacer de la fusión intercontinental y olvidarse del etnocentrismo europeo.

Raoul Hausmann, activo promotor del círculo berlinés del movimiento —nacido en Zúrich, Nueva York y la capital alemana casi al mismo tiempo—, lo expresaba sin atajos: "Dadá niega el sentido de la vida que sustenta a Europa". Otro de los grandes creadores-activistas, Hans Arp aportaba un fondo razonado: "Buscamos una forma elemental de arte que cure a la gente de la locura de estos tiempos". Finalmente, el gran loco Hugo Ball, uno de los padres de la poesía del sinsentido y del antiarte, llevaba el asunto a lo esencial: "Siempre con el gran bombo: bum bum bum bum, drabatja mo gere bonoooooooooooo".

'Leyenda de libertad'

Desde la búsqueda del trance común a las ceremonias tribales de todo el mundo, hasta el uso libre de elementos de arte bajo, folclóricos —étnicos, diríamos hoy con una supuesta exactitud—, el dadaísmo no solo fue la más procaz e insolente de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX, y así se ha convertido en una "leyenda de libertad" que ha marcado y sigue en ello cada manifestación artística fanática o contundente, desde el situacionismo al punk, sino que fue inaugural en el interés por las culturas tribales de Asia, Oceanía y, sobre todo, de África.

La exposición Dada Afrika - Dialog mit dem Fremden (Dadá África - Diálogo con el otro) reúne en Berlín 120 0bras que demuestran cómo aquellos fanáticos que estaban a favor de todo tipo de contradicción, no hablaban por hablar cuando afirmaban, como señaló el rumano Marcel Janco, que la frontera entre arte folclórico y arte serio era trazada solo por papanatas: "El arte primitivo como tal no existe, como tampoco existe el arte civilizado, porque el arte es siempre hermético a la perfección, completo en sí mismo, y no está sujeto a clasificaciones históricas".

La exposición, que organiza y celebra hasta el 7 de noviembre la Berlinische Galerie, uno de los museos del consorcio de pinacotecas públicas de la capital alemana, congrega collages, ensamblajes, máscaras, esculturas, material documental, reproducciones fotográficas e instalaciones de sonido de, entre otros, Arp, Hausmann, Janco, George Grosz, Hannah Höch, Sophie Taeuber-Arp, Erich Heckel, Richard Huelsenbeck, Johannes Baader, Man Ray y Johannes Theodor Baargeld.

La idea que apuntala la muestra, acompañada de un denso programa de actividades complementarias, desde talleres hasta espacios infantiles, es que los dadaístas tenían una visión expansiva del mundo muy acorde con su fondo libertario y deseaban dar una lección de humildad a los europeos, que acababan de meter al continente en una confrontación bélica y fratricida nacida del orgullo nacionalista, la I Guerra Mundial. En las primeras fiestas dadaístas del Cabaret Voltaire de Zúrich los participantes eran invitados a sacudirse de la jactancia europea entonando chants nègres y poèmes nègres, canciones y poemas imitativos del tribalismo africano.

Como reacción a la guerra y desafió las normas burguesas y los valores culturales europeos, los dadaístas decidieron "mirar hacia terrenos de la no-Europa" para "romper con la estética del pasado" y "buscar un nuevo vocabulario visual". Janco, por ejemplo, empleó máscaras de Camerún en sus obras, Teuber-Arp aprovechó la expresividad del arte indígena de América del Norte y Tzara exploró el cruce literario con la rítmica africana y australiana.

'Descargas eléctricas'

Los dadaístas pusieron en entredicho antes que cualquier otro movimiento artístico las opiniones convencionales sobre la función social del arte, que debía, por principio, "cambiar la vida". Introdujeron para conseguirlo expresiones "espontáneas, vibrantes y primarias" que funcionaban, al igual que la danza, la música y los rituales tribales, como "descargas eléctricas para superar la brecha entre el espectáculo y el público", añaden desde la galería.

Destacan los collages de aire grotesco de la serie De un museo etnográfico de Hanna Höch, donde la artista combina elementos originales de culturas lejanas con recortes gráficos de publicaciones europeas. Dada Afrika contrapone los trabajos de la artista dadaísta con algunas de las máscaras originales que utilizó. Höch explicó así sus intenciones años más tarde: "Quería mostrar la forma poco escrupulosa y simplista en que se usaba la escultura negra en Europa en aquel momento".

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