El Thyssen revela la seducción de los artistas noreuropeos por el naturalismo de Caravaggio

  • La exposición 'Caravaggio y los pintores del norte' muestra en la pinacoteca madrileña 12 obras del maestro lombardo y 50 de otros 'caravaggistas'.
  • Entre 1600 y 1630 se establecieron en Roma más de 2.000 artistas, la tercera parte de Flandes, Holanda y Francia. Todos querían imitar al rey del claroscuro.
  • La muestra se centra en las décadas que siguieron a la muerte de Caravaggio en 1610, cuando su fama aún estaba en su punto más alto.
'El sacrificio de Isaac', una de las obras más dramáticas de Caravaggio
'El sacrificio de Isaac', una de las obras más dramáticas de Caravaggio
Florencia, Galeria degli Uffizi ® Photo Scala, Florence - courtesy of the Ministero Beni e Att. Culturali
'El sacrificio de Isaac', una de las obras más dramáticas de Caravaggio

Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571-1610) envolvía sus obras naturalistas, a veces de un realismo brutal y un erotismo perturbador. Dominaba como nadie la técnica del claroscuro, nunca usada antes con tanta maestría. Ese naturalismo donde la luz y la sombra se equilibraban para crear ambientes que afectaban el ánimo del espectador cambió la trayectoria de muchos pintores coetáneos del artista, que tras ver sus trabajos, ya fuera por envidia o admiración, no veían igual lo que les rodeaba y deseaban pintar como el maestro lombardo.

La exposición Caravaggio y los pintores del norte, una muestra temporal del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid —del 21 de junio al 18 de septiembre—, está basada en la fascinación que sentían por Caravaggio los pintores de su época, sobre todo los del norte de Europa —Flandes, Holanda, Francia, Alemania...—, pero también italianos de la escuela napolitana. Entre 1600 y 1630, época que cubre la muestra, era de tal intensidad la llamada, que Roma se pobló de dos mil aspirantes a caravaggistas, la tercera parte de ellos noreuropeos.

'La forma de las sombras'

Como decía su gran redescubridor, el crítico Roberto Longhi, que sacó al pintor del absurdo ostracismo en el que cayó durante los siglos XVIII y XIX, Caravaggio, descubrió "la forma de las sombras", un estilo nuevo en el que tanto la luz como el espacio negativo "determinan la existencia de los cuerpos". Lo demuestra una de las obras cumbre de la exposición, una de las dos versiones de Chico mordido por una lagartija (1596), un cuadro con el que logró asombrar a sus contemporáneos tanto por las cualidades miméticas del jarrón con flores colocado como contrapunto de la tensa escena, como por la expresión melodramática del joven al que acaba de picar un reptil.

En las salas del Thyssen se exhiben 53 obras, una docena de Caravaggio y el resto de sus afanosos imitadores, que, sobre todo tras la muerte del artista, convirtieron Roma en un "crisol artístico", dicen los organizadores.

Pintura 'ad vivum'

"Los pintores del norte de Europa estaban dispuestos, en igual e incluso mayor medida que los italianos, a seguir el estilo de Caravaggio, impulsados principalmente por dos motivos: la menor importancia del componente clásico en la tradición pictórica del norte y la facilidad para aplicar el estilo de Merisi fuera del contexto tradicional de un taller o una academia de dibujo", añaden los organizadores enfatizando la importancia que el maestro daba a la pintura ad vivum, del natural, un método que los pintores de formación clásica consideraban inadecuado porque suponía, decían con carácter conservador, un obstáculo para alcanzar la perfección en el arte..

Cesiones del MET, el Ermitage, los Uffizi...

Con cesiones de colecciones públicas y privadas procedentes de colecciones privadas, entre ellas las del MET, la Galleria degli Uffizi y el Ermitage, la primera parte de la exposición está dedicada a los años en que Caravaggio fue el más famoso e importante artista de Roma. De esta etapa, entre 1592 y 1606, se exponen representaciones de tipos populares en las calles de la ciudad —La buenaventura (1595-1596)— y algunos de sus primeros encargos de importancia, Los músicos y Santa Catalina de Alejandría, encargados por su primer benefactor, el cardenal Francesco Maria del Monte.

Entre uno y otro se puede apreciar la rápida evolución de la técnica de Caravaggio, desde la paleta brillante y colorida del primero al marcado claroscuro del segundo. La capacidad para dejar de lado las convenciones y abordar temas tradicionales con una sorprendente originalidad queda patente en David con la cabeza de Goliat, donde la expresión de la testuz del gigante bíblico resulta espeluznante y aún mantiene en el gesto la sensación de sorpresa, furia y muerte.

Punto de inflexión

Entre 1596 y 1597 recibió dos encargos que marcaron un punto de inflexión al tratarse de obras para la Capilla Contarelli en la Iglesia de San Luis de los Franceses, no lejos de la social y arstícamente importante plaza Navona: La vocación y El martirio de San Mateo, en los que el artista combina su predilección por la representación del natural y el tipismo popular con un conmovedor dramatismo.

Desde el momento en que ambas obras fueron mostradas al público, durante el Jubileo de 1600, Caravaggio se convierte en el pintor más solicitado, famoso y querido de la ciudad. Acapara clientes de alcurnia como Maffeo Barberini, el futuro Papa Urbano VIII, para quien pinta El sacrificio de Isaac (1603), una de sus obras mayores, donde dramatiza la escena con la oposición de la duda en la cara del padre y la angustia en la del hijo a punto de ser decapitado.

Rubens llega a Roma

Entre los artistas que llegaron a Roma buscando inspirarse en la doctrina de la pintura naturalista y de intensos momentos cruciales de Caravaggio, de quien se dice que inauguró el barroco, destacan el alemán Adam Elsheimer (1578-1610), que se estableció en Roma en 1600 y fue testigo de la inauguración de los lienzos para la capilla de San Luis de los Franceses, y el flamenco Peter Paul Rubens (1577-1640), los primeros pintores del norte de Europa que contactan en persona con la obra del italiano.

La influencia caravaggista se detecta en el primer encargo oficial de Rubens en Roma: los retablos para la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén. El pintor ilumina intensamente algunos fragmentos de las telas e incluye a personajes que parecen extraídos de un cuadro de Caravaggio. Durante una segunda etapa en la ciudad, entre 1605 y 1608, culmina La adoración de los pastores, con un acusado claroscuro en la zona en la que están representados los ángeles.

Otros 'caravaggistas'

Otros lienzos de la exposición con la escuela del italiano presente son El entierro de Cristo, del barroco holandés Dirck van Baburen (1594-1624); La cena de Emaús (1616), de Hendrick ter Brugghen(1588-1629), que introdujo los temas y fórmulas estilísticas de Caravaggio en los Países Bajos, con sutiles gradaciones y un esmero preciso en las arrugas de la piel y los reflejos de la luz en los objetos; David vencedor de Goliat (1621), del francés Simon Vouet (1590-1649), y, sobre el mismo tema, David con la cabeza de Goliat y dos soldados (1616-1618), del también francés Valentin de Boulogne (1531-1632)

Tras morir de una fiebre y prematuramente a los 36 años, Caravaggio fue más recordado por los pintores a los que había influido que por sí mismo. Había sido reticente a tener alumnos, nunca tuvo un taller para propagar su estilo como una doctrina y tampoco teorizó sobre su arte. La condición huraña del pintor y sus múltiples enemistades lo arrinconaron hasta que los cuadros, en forma de redención, volvieron a otorgarle el papel de maestro por derecho propio.

Mató a un hombre en una reyerta

Los últimos años de Caravaggio fueron sombríos: huyó de Roma tras matar a un hombre en una reyerta, sus mecenas se cansaron de protegerlo de un difícil temperamento que provocaba constantes conflictos. En su exilio en Nápoles cosechó éxitos, pero su carrera decayó y siguió ganándose enemigos, tantos que incluso fue víctima de un intento de asesinato: se salvó, pero sufrió terribles heridas en la cara que lo desfiguraron. La cabeza que Salomé lleva en una bandeja redonda en uno de sus óleos es un autorretrato del pintor, que intentaba tras en incidente reconciliarse con un mecenas.

Absurdamente olvidado en Italia y el mundo durante los siglos XVIII y XIX y recuperado en 1910 por la tesis doctoral de Longhi, que todavía se considera un ensayo definitivo sobre el genial promotor del claroscuro como forma de representar las dulzuras y tragedias de la vida.

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