Cuando el pop art dejó de ser anglosajón y emigró a otras latitudes se radicalizó y convirtió en un subgénero político de denuncia y compromiso social. Sobre esta tesis, ya manejada en exposiciones recientes sobre la emigración del estilo y su nomadeo por el mundo, la Tate Modern de Londres presenta The World Goes Pop (El mundo hace pop).
La idea es comprobar cómo el arte pop —nacido en el Reino Unido entre finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta y bien criado en los EE UU en la década siguiente, cuando se convirtió en un estilo comercial, rentable y sin aristas— pasó a ser un espejo de las ansiedades de la Guerra Fría, de contestación contra las dictaduras y de reafirmación de demandas de libertad personal y social cuando sus postulados formales fueron asumidos por creadores de los cinco continentes.
'Lenguaje subversivo internacional'
Si las obras anglosajonas, sobre todo las estadounidenses de Andy Warhol y compañía, eran cantos al hedonismo que aprovechaban las mismas armas de la publicidad —inmediatez, encanto y poder instantáneo— para proponer una visión cuando menos frívola de la vida, el arte pop de otras latitudes primó la protesta y se convirtió en un "lenguaje subversivo internacional" de gran poder gráfico, dicen los organizadores de la muestra, que estará en cartel entre el 17 de septiembre y el 24 de enero de 2016.
Con 160 obras expuestas, The World Goes Pop promete a los visitantes mostrar la escuela "como nunca antes ha sido vista". Desde América Central y del Sur hasta Europa y Oriente Medio, la "explosiva exposición", como la definen, "conecta los puntos entre formas de arte producidas en diferentes partes del mundo durante los años sesenta y setenta, mostrando de qué forma respondieron al movimiento diferentes culturas y países", con "propuestas sobre las políticas del cuerpo, la revolución doméstica, el consumo, las protestas sociales y el arte folk".
Una historia alternativa
El "repensamiento" del pop art fuera de sus fronteras natales permite a la Tate mostrar una "historia alternativa" de la escuela plástica, que, lejos de mostrarse como una conmemoración apolítica del modo de vida anglosajón, se convirtió en una "reacción" contra el "poder de los medios de comunicación, el mercado y el dominio de los EE UU" durante la Guerra Fría.
En muchos países, el arte pop surgió con una intención de desestabilización "abiertamente política", como sucede, por ejemplo, con la escultura antibélica Bombs in Love (1962), de la austriaca Kiki Kogelnik, o los logotipos subvertidos del croata Boris Bućan.
Otras visiones son aún más subversivas. En American Interior 1 (1968) el islandés Erró muestra a milicianos de un ejército guerrillero revolucionario invadiendo el espacio idílico de un hogar estadounidense y el grupo de pintores antifranquistas españoles Equipo Crónica’ construye en Concentration or Quantity Becomes Quality (1966) una amalgama de iconos antagonistas, desde la lata de sopa Campbell de Warhol hasta combatientes maoístas.
La catalana Eulàlia Grau
En la exposición se puede constatar también como el pop art fue utilizado masivamente por mujeres artistas, otra de las diferencias con los escenarios ingleses o estadounidenses. Entre las obras que se exponen hay una pieza de otros creadores españoles, los catalanes Eulàlia Grau y Joan Rabascall.
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