Encaran al diabólico Bacon con los maestros a los que 'trastornó'

  • Contraponen obras de Velázquez, Rembrandt, Rodin, Picasso, Cézanne y Van Gogh con las 'versiones' descarnadas que inspiraron en Francis Bacon.
  • Fascinado con las ideas de deformación del alma y podredumbre de la carne, Bacon reinterpretó a sus ídolos bajo la mirada angustiada del siglo XX.
  • La exposición, en el Sainsbury de Norwich (Inglaterra), muestra también esculturas de Egipto, Grecia y Roma cedidas por el Hermitage ruso.
A la izquierda, óleo del siglo XVII del granadino Alonso Cano. A su lado, la 'Crucifixión' de Bacon de 1933
A la izquierda, óleo del siglo XVII del granadino Alonso Cano. A su lado, la 'Crucifixión' de Bacon de 1933
The State Hermitage Museum, St Petersburg (izq.) / © The Estate of Francis Bacon. All rights reserved,DACS 2015 Photo: Prudence Cuming Associates Ltd (dch.)
A la izquierda, óleo del siglo XVII del granadino Alonso Cano. A su lado, la 'Crucifixión' de Bacon de 1933

Al entrar por primera vez en el estudio-vivienda de Francis Bacon tras la muerte del artista, que le sorprendió en Madrid a los 82 años tras una juerga mitológica, encontraron el babel que esperaban en las caballerizas que le habían servido durante tres décadas como refugio, escondite para violentos juegos de sexo sadomasoquista y santuario creativo. Cuando el pintor (1909-1992), al que muchos consideran el más importante del siglo XX, decía que vivía "en un basurero" lo hacía con ánimo realista y meramente descriptivo.

Las vetustas instalaciones de Reece Mews, al sur de Londres, contenían una amalgama de objetos, desperdicios y materiales que nunca habían sido removidos. Aquel vertedero, que para el artista era un "gatillo para las ideas", contenía, como enumera el post Francis Bacon: el pintor de la carne y el chillido, "manojos de pinceles inservibles con pintura reseca, trapos, platos con comida vieja, sartenes reutilizadas como paletas, cajas de champán Krug vacías, zapatos… El suelo, que cada día costaba más trabajo pisar, tenía una costra de papeles: recortes de periódico con boxeadores, fotos de toreros, animales en movimiento, autorretratos, una foto de Mick Jagger, primeros planos de caras y extremidades...".

Violento, alcohólico, 'drag queen', jugador de póquer...

Además de un centenar de obras originales destruidas —Bacon nunca hacía bocetos: pintaba directamente y, si no le gustaba el resultado, destrozaba la pieza—, el collage espontáneo del estudio componía la más exacta de las biografías del artista violento, fanfarrón, alocado, jugador temerario de póquer ("el juego más estúpido"), alcohólico, víctima de malos tratos en la infancia, drag queen y homosexual tendente a los amores locos que pintó sobre la angustia moderna desde dos obsesiones: la deformación del alma y la podredumbre de la carne.

Entre la basura primordial del estudio, conviviendo con preservativos, fustas, libros de poemas y toda forma de basura pop, había reproducciones del santoral del artista: Velázquez, Rembrandt, Bernini, Tiziano, Matisse, Rodin, Picasso, Cézanne y Van Gogh.

Hasta 40 versiones de un Papa de Velázquez

A Bacon le encantaba reinterpretar a sus ídolos, reinventarlos, trastornarlos... Lo hizo a lo largo de toda su carrera y, en algunas ocasiones, con insistencia neurótica. Estaba tan obsesionado con el Retrato del Papa Inocencio X (1650) de Velázquez que pintó unas 40 versiones en las que el santo padre parece horrorizado, histérico o despedazado.

Cada vez que visitaba Madrid, el pintor pasaba varias horas en El Prado en las salas dedicadas a Velázquez, al que veneraba, aunque no era la única razón de sus frecuentes pasos por la capital: estaba perdidamente enamorado de un joven de la alta sociedad madrileña de quien nunca ha trascendido en público la identidad.

La exposición Francis Bacon and the Masters (Francis Bacon y los maestros), del 18 de abril al 26 de julio en el Sainsbury Center for Visual Arts de Norwich (Inglaterra) —la sede fue uno de los primeros edificios públicos con diseño de Norman Foster—, confronta algunos de los torturados óleos de Bacon con los originales de sus artistas de cabecera.

La idea fue posible porque los grandes benefactores del centro, el matrimonio de Sir Robert y Lisa, Lady Sainsbury, miembros de una de las familias más ricas del Reino Unido —propietaria, entre otras empresas, de la cadena de supermercados que lleva su apellido—, donó a la pinacoteca, entre 300 obras, nada menos que 13 originales de Bacon.

Atmósfera de muerte para Cézanne

La exposición, con 30 cuadros del pintor —museos de Irlanda y el Reino Unidos contribuyen con 17— contrapone cuadros como el Autorretrato con gorra que Cézanne pintó en 1873 con Cabeza de un hombre (Bacon, 1960), donde la intención de progresar en el trabajo del maestro es evidente, ya que Bacon añade una atmósfera de muerte que ennegrece y actualiza la obra del francés.

Otra yuxtaposición impactante es la de la Crucifixión del siglo XVII del granadino Alonso Cano (1601-1667) con la obra del mismo título que Bacon pintó en 1933: un mancha blanca y fantasmal que podría ser el cadáver colgante de un animal o un cruce con un humanoide y que multiplica hasta la histeria el ánimo de sufrimiento del Cristo confesional. También hay enfrentamientos entre cuadros de Bacon y Picasso, de Bacon y Rembrandt y de Bacon y Soutine.

La exposición tiene también una importante colección de piezas de escultura que, como el óleo de Cano, proceden de un préstamo del Hermitage de San Petersburgo que se celebra con ocasión del Año de la Cultura de Rusia y el Reino Unido. Hay obras de Egipto, Grecia y Roma.

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