Subastan una exquisita colección de 125 originales de Kertész, 'padre' de la fotografía poética

  • El conjunto, que incluye obras de todas las etapas del maestro, despierta gran interés entre los coleccionistas de fotografía por la importancia creciente de Kertész.
  • El fotógrafo (1894-1985) siempre se presentó como 'un aficionado' y los puristas le ningunearon en vida, vetándole de las agencias de prensa y los cenáculos gremiales.
  •  Kertész hacía fotos por necesidad física, era un neurótico de la imagan y mostró antes que nadie las posibilidades expresivas de las cámaras de 135 milímetros.
Foto de 1917 de un par de niños gitanos retratados por el jovencísimo Kertész
Foto de 1917 de un par de niños gitanos retratados por el jovencísimo Kertész
© André Kertész - Artcurial
Foto de 1917 de un par de niños gitanos retratados por el jovencísimo Kertész

Una de las más deplorables injusticias de la historia de la fotografía es el ninguneo del que fue víctima la obra del gran André Kertész (1894-1985). Pese a ser uno de los padres fundadores del género según la idea contemporánea de las fotos como ejercicios de intimidad que revelan no solamente lo mostrado sino también el espíritu de quien está tras la cámara, el maestro murió convencido de que había fracasado como artista.

Aunque durante toda su vida buscó ser reconocido y aceptado, murió, a los 91 años, con la creencia de que su obra no había sido entendida. Ni los cenáculos gremiales que manejan el cotarro fotográfico ni las grandes agencias de prensa parecían interasados en aquel tipo que hacía fotos por imperiosa necesidad física y enganche sentimental, que se presentó toda la vida como "un aficionado" y que se comportaba con una neurosis apabullante: era capaz de tomar cientos de imágenes de la vista desde una ventana porque estaba convencido, y no le faltaba razón, de que al otro lado de los cristales la situación era de eterno cambio.

'Escribo con luz'

Kertész fue consagrado a título póstumo —en vida logró exponer y publicar, pero no en consonancia con el calado de su obra— y tiene una importancia creciente según pasan los años y se admiran sus hallazgos, sobre todo el uso magistral de la luz y las sombras ("cuando hago fotos escribo con la luz") y las posibilidades expresivas de las cámaras Leica de 135 milímetros, que fue de los primeros en usar en la calle por la versatilidad y ligereza del aparato en comparación con los de medio y gran formato.

Una inespeada sorpresa ha iluminado a los amantes de este fotógrafo incansable nacido en Hungria, fallecido en los EE UU y parisino de corazón. La empresa Artcurial saca a subasta el 14 de noviembre, coincidiendo con el Mes de la Foto de París, una colección de 125 copias originales de Kertész. En el conjunto el precio máximo estimado de venta de una pieza —una de las distorsiones experimentales de los años treinta— es de 10.000 dólares (8.000 euros). El catálogo completo de la subasta puede ser bajado en PDF [8,3 megas].

París rincón a rincón

La mayor parte de las copias proceden de una exposición celebrada hace quince años en París y habían permanecido en una colección privada hasta ahora. Hay imágenes de los tres grandes periódos de la obra del fotógrafo: Budapest (1894–1925), donde dió los primeros pasos a los 19 años —era autodidacta—, trabajó como documentalista para el ejército y logró publicar su primer reportaje; París (1925–1936), ciudad a la que amó con pasión, recorrió rincón a rincón y retrató sin pausa, y Nueva York (1936-1985), donde se vió atrapado por la II Guerra Mundial y finalmente se estableció.

En los EE UU atravesó por grandes crisis creativas y personales, algunas relacionadas con la innata timidez de su carácter. Se le daba muy mal el inglés y no entendía los encargos que recibía de las revistas: rechazó un trabajo en plantilla en Vogue porque temía no entenderse con las modelos y el equipo técnico del estudio y cuando Life le pidió un reportaje sobre los remolcadores del puerto no se enteró con precisión del encargo y regresó, al cabo de una semana, con centenares de imágenes de la vida y el funcionamiento de todas las instalaciones y servicios portuarios.

Tardó en levantar cabeza

Kertész tardó mucho en levantar cabeza y hasta sus últimos años de vida no sintió que se le tuviera en cuenta como artista. Su faceta poética y experimental, las circunstancias vitales y la libertad de la que quería gozar —que le llevó a rechazar muchas ofertas de trabajo— lo convirtieron en inaccesible y dificil de clasificar, a pesar de que, en medio del bullicio del siglo XX, inventara con sus imágenes un nuevo lenguaje fotográfico.

Quizá quien mejor resumió la importancia de su obra, la carga poética que pueden transmitir las sombras en apariencia simples de unas sillas o los tejados de los rascacielos fue uno de sus grandes admiradores, Henry Cartier-Bresson: "Cada vez que suena el disparador de Kertész lo que escucho es el latido de su corazón".

Mostrar comentarios

Códigos Descuento