Madrid es la segunda ciudad donde se exhibe la más amplia retrospectiva del fotógrafo Henri Cartier-Bresson (1908-2004) organizada tras su muerte. La exposición, que se estrenó en el Centro Pompidou en febrero de 2014, llega ahora a la Fundación Mapfre, donde permanecerá hasta el 6 de septiembre.

No es una muestra más de uno de los fotógrafos más famosos de la historia, sino una revisión a fondo de todas sus etapas: el medio millar de obras, entre ellas algunas cedidas por colecciones de museos de varios países, abarca en un recorrido cronológico desde las relaciones de Cartier-Bresson con el surrealismo y la Guerra Civil española, hasta la II Guerra Mundial, la descolonización y la Guerra Fría.

La exposición, en cuya organización han colaborado las fundaciones de la empresa de seguros española y la gestionada con celo y una clara intención de rentabilizar al máximo el legado del fotógrafo la viuda y la hija del maestro, que a estas alturas todavía continúan dilatando la catalogación del archivo con las decenas de miles de imágenes del autor, que seguramente irán saliendo a la luz durante años y en cuentagotas.

Los organizadores afirman que esta es una buena oportunidad para revisar la poderosa obra de un creador que iba para pintor ("cuando era niño pintaba los jueves y los domingos y el resto de los días soñaba con pintar") y terminó siendo llamado el "ojo del siglo" por su condición de un "testigo clave" de la historia de la centuria pasada, que documentó con una intensidad poética ("la cámara es un cuaderno de bocetos, un instrumento de intuición y espontaneidad") que nunca dejó de lado al ser humano y sus dilemas.

"Por primera vez se pone de manifiesto toda la riqueza de su obra y la diversidad de su trayectoria como fotógrafo, desde la estética surrealista hasta el fotoreportaje o su estilo intimista de los últimos años. De esta manera, se desgrana el trabajo de este artista mucho más allá del concepto de momento decisivo que le hizo famoso", afirman desde la Fundación Mapfre.

El recorrido de la retrospectiva, a la vez cronológico y temático, se articula en torno a tres ejes. El primero comprende el periodo 1926-1935, marcado por la relación de Cartier-Bresson con los surrealistas, sus inicios fotográficos y viajes de exploración por el mundo —le marcó especialmente una estancia en México en 1934—. Un segundo escenario está dedicado al compromiso político del fotógrafo desde que regresó de los EE UU a Europa en 1936 y hasta que volvió a Nueva York diez años más tarde.

La tercera secuencia arranca con la creación en 1947 de la agencia Magnum, montada con ideales cooperativistas pero manejada con filosofía de capo por Cartier-Bresson, un tipo tan genial como intransigente y caprichoso, y se extiende hasta principios de la década de los años setenta, cuando dejó de realizar fotorreportajes y se dedicó a los paisajes y, como soñaba en la niñez, la pintura.

La exposición combina fotos muy conocidas con reportajes apenas difundidos, añade documentos personales del fotógrafo, muestra dibujos y pinturas  y exhibe los experimentos cinematográficos con los que tanteó con poco éxito. En contraste con "enfoques unificadores", pretende mostrar que "no había sólo uno, sino varios Cartier- Bresson".

La excelencia del trabajo fotográfico del gran autor está enlazada con una combinación de factores, una "alquimia completa": desde una "predisposición artística", hasta la "ambición personal", pasando por un "estudio técnico incesante" y un "compromiso con el espíritu de los tiempos", que le llevó de ser "el más surrealista de los fotógrafos" a finales de los años veinte y durante los treinta a profesar "un anticolonialismo feroz, un compromiso inquebrantable con los republicanos españoles y una creencia profunda en la necesidad de cambiar la vida".

Aunque podía haber elegido ser "simplemente un artista" tras el éxito clamoroso de su primera exposición en solitario en el MoMA en 1947, decidió convertirse en "un informador integral" e informar como fotoperiodista desde todos los rincones del mundo.

A partir de los años ochenta, convertido en una leyenda viviente, se dedicó a organizar su archivo y colaborar en el montaje de alguna exposición. No obstante, tenía siempre a mano su amada cámara Leica y nunca dejó de hacer fotos. "Soy visual", decía. "Observo, observo, observo. Es con los ojos con lo que entiendo".

Durante su carrera como fotógrafo, entre 1933 y 1999, Cartier-Bresson viajó intensamente por Europa, México, la India, China, Indonesia, los EE UU y la antigua URSS. Nunca se separaba de su Leica y retrataba tanto a personas y ambientes como paisajes. Durante su ejercicio impulsó la idea del momento decisivo, hasta el cual es necesario esperar con paciencia y valor. Todas sus fotos contienen los elementos clave: luz y sombra, composición rigurosa, número áureo y don de la oportunidad. Llamaba a la perfecta combinación de todos estos factores "la geometría del momento".

La exposición está instalada en la sala de la Fundación Mapfre en el número 23 del Paseo Recoletos de Madrid. El acceso es gratuito, pero los organizadores recomiendan reservar entradas online. Hay un microsite que permite ver parte de los contenidos.