Botox es el nombre común de la toxina botulínica, registrada como fármaco, que se emplea habitualmente para paralizar los músculos faciales y así conseguir que desaparezcan las arrugas.
En un principio, la comunidad médica internacional desaconsejó el preparado farmacológico de la neurotoxina producida por la bacteria clostridium botilinum, para después dar marcha atrás y abrirle las puertas en muchos países, entre ellos Estados Unidos en 2002.
El caso de la paciente tratada con éxito en el Hospital universitario de Düsseldorf (Alemania), que presentaba ataques de hiperhidrosis en una de sus manos, arroja un poco más de luz sobre un uso del Botox cada vez más presente en los centros médicos.
Cinco sudoraciones diarias
La joven había padecido desde pequeña ataques de sudoración que se hicieron más frecuentes en los últimos años hasta llegar a una media de cinco episodios por día, de 30 minutos cada uno y tras los que su mano terminaba goteando.
Estos ataques se producían de manera inesperada y excesiva en momentos de estrés emocional durante la práctica de ejercicio físico o por la ingesta de alcohol o café.
"La paciente toleró bien el tratamiento y su calidad de vida mejoró ostensiblemente", afirman los médicos que han participado en este tratamiento, quienes posteriormente y durante seis meses sometieron a la joven a análisis continuos para comprobar que el Botox había funcionado.
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